La reflexión axiológica

AutorElisa A. Méndez de Smith
Páginas39-52

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26. Relación entre axiología e ideología

Las consideraciones filosófica y sociológica sobre la ideología -entendida ésta como una especial actitud del hombre social frente a su realidad específica- aparecen precedidas y, por ello, consecuentemente relacionadas con la aparición y difusión de la teoría de los valores operada en el siglo pasado y comienzos del presente.

Esa relación se explica con amplitud, pues proyectadas a través de su objeto tanto la filosofía de los valores como las modernas teorizaciones sobre las ideologías al plano del comportamiento del hombre en un mundo sociocultural, ellas se dirigen por igual, como un telón de fondo, a desentrañar las particulares características que revisten las diversas interpretaciones de las concepciones del mundo y de la vida que las informan.

En tan amplia perspectiva, la irrupción en el panorama filosófico de la reflexión axiológica se muestra como un formidable intento de indagación preliminar y fundamental de las profundas raíces vitales de la relación yo-mundo en el ininterrumpido movimiento de la acción humana.

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27. La teoría de los valores

Puesto que lo propio y peculiar del hombre es coexistir con sus semejantes en un mundo de acciones y objetivaciones valiosas, se justifica aquí, como tarea previa, una somera exposición del desarrollo de la teoría de los valores.

Según hemos visto, las cosas del mundo; los bienes que creamos y recreamos en la convivencia sociocultural; el comportamiento propio y el de nuestros semejantes; los fines que solicitan y gobiernan a ese comportamiento; nuestra situación en la vida; en fin, todo aquello que se da o que ponemos en las infinitas dimensiones de la existencia suscita en nuestro espíritu, con intensidad y duración variables, una resonancia afectiva, puesto que lo valoramos de un modo positivo o negativo.

Pese a su inmediatez y reiteración empíricas, un problema de profunda raigambre metafísica está en la base de ese permanente y complejo movimiento afectivo: aquellas cosas, estos bienes, nuestro comportamiento, la vida de relación misma ¿tienen un valor determinado porque los estimamos; o, por el contrario, los estimamos precisamente porque tienen un determinado valor?

En otros términos: ¿son los valores subjetivos u objetivos?

En torno a esta problemática central, aún no develada con certeza, ha girado y continúa girando la axiología, disciplina filosófica que se ocupa ante todo de la cuestión relativa al ser de los valores, como también de las implicadas en sus "modos de ser" o "funciones" que cumplen en la realidad humana. Y en rededor de ella han surgido y se han desarrollado dos direcciones doctrinarias antitéticas: el subjetivismo, que reduce el ser y la función de los valores a una determinada reacción o a un conjunto de reacciones -predominantemente psicológicas- del sujetoPage 41 que valora; y el objetivismo, que sostiene la independencia del valor respecto de cualquier conciencia valorativa.

Una idea muy cercana al núcleo existencial que encubre aquella problemática nos la da Risieri Frondizi cuando nos muestra a grandes rasgos el desarrollo argumental de ambas direcciones:

"A ratos -dice- nos inclinamos por el subjetivismo y creemos descubrir en la posición contraria un engaño semejante al que padece el alucinado que se asusta de los fantasmas creados por su propia imaginación. Otras veces, en cambio, nos parece evidente que los valores son realidades objetivas ante las cuales debemos rendirnos, pues tienen una fuerza impositiva que salta por encima de nuestras preferencias y doblega nuestra voluntad. ¿Acaso no nos esforzamos a veces por crear una obra de arte -un poema, un cuadro, una novela- y nos rendimos pronto ante la evidencia del fracaso al advertir que la belleza está ausente de nuestra creación? Si dependiera de nosotros proyectaríamos la belleza sobre lo que hemos hecho y encontraríamos luego lo que hemos puesto. Lo mismo sucede cuando valoramos positivamente objetos que nos disgustan, o advertimos el poco valor que tiene aquello que nos emociona por razones puramente personales.

"Pero, volviendo a la posición primera, ¿qué valor podrían tener los objetos si nosotros pasáramos indiferentes frente a ellos; si no produjeran en nosotros ningún goce o satisfacción; si no los deseáramos ni pudiéramos desearlos?

"Un punto parece claro: no podemos hablar de valores fuera de una valoración real o posible. En efecto: ¿qué sentido tendría la existencia de valores que escaparan a toda posibilidad de ser apreciados por el hombre? ¿Cómo sabríamos que existen tales valores si estuvieran condenados a mantenerse fuera de la esfera de las valoraciones humanas? En este punto el subjetivismo parece pisar tierra firme: el valor no puede ser ajeno a la valoración. ElPage 42 objetivismo, por su parte, hace aquí una distinción fundamental que nos impide proseguir por el camino ya abierto de la subjetividad. Es cierto que la valoración es subjetiva -sostiene el objetivista-, pero es indispensable distinguir la valoración del valor. Y el valor es anterior a la valoración. Si no hubiera valores ¿qué habríamos de valorar? Confundir la valoración con el valor es como confundir la percepción con el objeto percibido. La percepción no crea al objeto, sino que lo capta; lo mismo sucede con la valoración. Lo subjetivo es el proceso de captación del valor".

Prosigue Frondizi: "Ante razonamientos de esta naturaleza, el subjetivismo se atrinchera en la experiencia. Si los valores fueran objetivos -dice- los hombres se habrían puesto de acuerdo acerca de tales valores. Pero la historia nos demuestra un desacuerdo permanente; ello se debe a que cada uno tiene sus gustos y no puede renunciar a ellos. ¿Acaso la historia nos revela un acuerdo sobre los principios fundamentales de la ciencia?, contesta el objetivista. El error en que caen ciertas personas no invalida la objetividad de la verdad. Hay todavía gente que cree en la generación...

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