Los antecedentes históricos de la libertad religiosa

AutorHernán Víctor Gullco
Páginas43-58
43
CAPÍTULO I
LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS
DE LA LIBERTAD RELIGIOSA
1. Sus difíciles orígenes
El concepto de libertad religiosa que utilizamos en la actualidad es relativa-
mente nuevo. Es cierto, por ejemplo, que el Imperio romano reconoció a sus
ciudadanos, hasta aproximadamente el año 300 d.C., un margen de libertad
religiosa mucho mayor que el que existió en Occidente a partir del dominio
del cristianismo, ya que existía en él una gran cantidad de cultos diferentes79.
Sin embargo, en el Imperio romano, más allá de esa actitud relativamente
tolerante, no se llegó a desarrollar un concepto de libertad religiosa similar
al que se tiene en la actualidad, es decir, la idea de que el Estado carece de
facultades para sancionar a los individuos en razón de sus creencias religiosas
o f‌ilosóf‌icas80.
La posición del Imperio romano sobre este tema es explicada por Pérez
Zagorin en los siguientes términos: “La Roma imperial, por cierto, era tolerante
en la práctica al permitir la existencia de muchos cultos religiosos diversos, siempre
y cuando en sus altares se cumpliera con la obligación de rendir culto al emperador
divino como parte de la religión estatal. A diferencia del cristianismo y del judaísmo,
la religión romana no tenía sagradas escrituras y no dependía de ningún credo, de
dogmas o de principios éticos. Consistía, en su mayor parte, de la participación
en actos de culto conectados con la veneración de varias deidades y espíritus que
protegían a Roma y que estaban asociados con la vida pública, familiar y doméstica.
En casi todas las etapas de su historia, los romanos estuvieron dispuestos a aceptar
cultos y prácticas religiosas extranjeras. Este pluralismo religioso
de facto
se debió
79 Cf. J. B. Bagby,
A History of Freedom of Thought
, Home University of Modern
Knowledge, 1913, capítulo 2.
80 Bagby,
op. y loc. cit.
Hernán Víctor Gullco
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enteramente al carácter politeísta de la religión romana y nada tiene que ver con prin-
cipios o valores a favor de la tolerancia religiosa, que era un concepto desconocido
en la sociedad o en el derecho romanos y que nunca fue debatido por los f‌ilósofos y
escritores políticos romanos”81.
Al no tener una doctrina of‌icial, a la religión greco romana también le era
completamente desconocido el concepto de “herejía” que, por el contrario,
cumple un rol central en la religión cristiana (conf. Gustave Welter,
Histoire de
sectes chrétiennes
, Petite Bibliotheque Payot, 2011, Introducción. La primera
edición de esta obra es de 1950).
Por cierto, esta tolerancia no se extendía a los cristianos. Según Zago-
rin, dicha actitud se debía principalmente al rechazo de los cristianos a adorar
cualquier dios que no fuera el propio o a tomar parte en el culto imperial mediante
el ofrecimien to de sacrif‌icios a los dioses a favor del emperador. Los cristianos pro-
clamaban que los dioses paganos no existían o que eran demonios malévolos, una
actitud que era profundamente ofensiva para los romanos, quienes creían que ponía
en peligro la relación entre los dioses y los hombres y que afectaba la buena voluntad
de los dioses. Por otro lado, el régimen romano toleraba al judaísmo a pesar de su
monoteísmo exclusivista. Los judíos eran ampliamente considerados como devotos
de una fe antigua y venerable; a diferencia de los cristianos, no atacaban al paganismo
romano y, si bien no participaban en el culto imperial, sus sacerdotes ofrecían rezos
para el emperador en el Templo en Jerusalén” (
op.cit
., p.5)82.
81
How the Idea of Religious Toleration Came to the West
, Princeton University
Press, 2003, p. 4. Sin embargo, a nes del siglo IV d.C., los representantes de la
antigua aristocracia romana, quienes fueron los que más tiempo mantuvieron su
adhesión a la religión pagana, desarrollaron argumentos en contra de la persecución
cristiana de dicha religión, que fueron utilizados nuevamente en el siglo XVII a favor
de la libertad religiosa, al sostener que no era posible armar que existiese un único
camino válido para llegar a la verdad (Charles Freeman,
The Closing of the Western
Mind. The Rise of Faith and the Fall of Reason
, Vintage Books, 2007, capítulo 15).
82 La modicación de este estado de cosas se produjo en el año 313 d.C. con el
Edicto de Constantino que reconoció libertad religiosa a los cristianos y a los creyen-
tes de los restantes cultos. Según Freeman, ese edicto “merece un lugar de honor
en la historia europea como la primera proclamación de libertad de culto, una idea
que estaba implícita en el Estado Romano pero que nunca antes había sido enunciada
tan claramente” (
op. cit.,
capítulo 11). Desgraciadamente, el equilibrio creado por
Constantino entre las distintas religiones duró poco tiempo: ya en el año 380 d.C. se
estableció al cristianismo como religión ocial y se declaró heréticos a los restantes
cultos (cf. John Witte Jr. y Joel A. Nicols,
Religion and the American Constitutional
Experiment
, Westwiew Press, 3° edición, 2010, capítulo 1) y, en el año 390 d.C., el
Estado romano sancionó las primeras leyes prohibiendo el culto pagano (Freeman,
op. cit.,
capítulo 15). Esa decisión de establecer una religión ocial fue considerada,
a nes del siglo XVIII, por un sector de la generación revolucionaria estadounidense
como un verdadero desastre para la libertad religiosa y la causa de las innumerables

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