Krygier y Johansen, trabajadores esenciales

"Ahora estoy en primera fila, tomando una cerveza, bailando como un mono", escribe desde Los Angeles, California, Grant Dull. "¡Ey, Grant! ¡Me tiraste cerveza en la camisa!", le respondo con un guiño. "Pero no importa, ¡Yo también estoy bailando como un mono!". El diálogo, real, ocurrió el viernes pasado, alrededor de la medianoche. Axel Krygier estaba transmitiendo desde su casa por instagram live y yo me enganché al final. La escena, tan real como onírica, podría haber ocurrido antes de la pandemia, si caminando por Palermo, Colegiales o San Telmo, me hubiera topado con un concierto de Axel y la sala, pequeña, estuviera repleta de amigas y amigos.Entre otros, estaban por allí Nani, de Los Años Luz (el sello que editó todos los discos de Axel) y el cineasta Ignacio Masllorens. La melodía que estaba tocando Axel al piano era alegre, y sin dudas me hubiera ido a saludar a Grant y a bailar en primera fila. Algo que hicimos varias veces, incluso en Río de Janeiro, cuando compartimos la primera edición carioca de Midem, una feria de música global. Grant nació en Estados Unidos, pero vivió en Buenos Aires más de una década y fundó las fiestas Zizek, que derivaron en un colectivo de folclore electrónico que es, para mí, uno de los fenómenos culturales más importantes del nuevo milenio.Axel formó parte de ese colectivo, pero yo lo conocí bastante antes. Lo entrevisté por primera vez hace más de dos décadas, para la revista La García. Tenía una carrera extensa (había tocado con Soda Stereo y La Porturaria), y acababa de lanzar su primer disco como solista, ¡Échale semilla!. Cuando llegué a su casa, estaba escuchando a Vince Guaraldi, un pianista de jazz que compuso la banda sonora de los dibujitos animados de Snoopy. Me cayó bien. Me había encantado su disco: era elegante y tropical, melancólico y avant-garde, en sintonía con el revival de la música lounge. Además, incluía una canción ("Silbad el calypso") que había musicalizado un comercial de cerveza Quilmes. Lo escuché en vivo muchas veces: la primera, en el festival Espíritu Vivo 2000, en la cancha de Excursionistas, donde unos hare krishnas hicieron un trencito. En la sala Apolo de Barcelona, en 2009, cuando tocó en el aniversario de Radio Gladys Palmera. En el Teatro Nacional Cervantes, cuando hizo la música de El Hombre que perdió su sombra. Y en Guadalajara, donde por problemas técnicos no pudo hacer su set habitual e improvisó algo maravilloso. Al día siguiente, tuvimos una charla...

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