Privilegios de la vida presidiaria en el gobierno de las incongruencias

La semana pasada trascendió el dato de una inversión millonaria del gobierno nacional -más específicamente del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom)- destinada a proveer de mejor conexión de internet al Sistema Penitenciario Federal, es decir a las cárceles. Se trató de una suma de mil millones de pesos para cambiar el tendido de fibra óptica en los establecimientos carcelarios, para que la conectividad sea más eficiente.

Los motivos que dan las autoridades para semejante asignación de recursos se deben a las dificultades que implica la pandemia -con esta particular y pronunciada suba de casos reciente- para sostener audiencias que, en condiciones normales, implican traslados de los presos a los tribunales. No existiendo esa posibilidad, se apuesta por la modalidad virtual, del mismo modo en el que se apeló a este método para sostener la actividad escolar durante el confinamiento. Ya de esta similitud nos surge preguntarnos: ¿por qué no vimos un gesto similar del Gobierno para asegurar y mejorar la conectividad de los chicos que no podían asistir a clases?

Hay que recordar (aunque las madres y padres que lo padecieron lo tienen fresco en la memoria) que 2021 fue, en gran medida, un año de tensiones innecesarias sobre el capricho irracional por parte del Gobierno de mantener las escuelas cerradas, mientras los casinos y los shoppings funcionaban casi normalmente. En los momentos más álgidos de la discusión entre el presidente de la Nación y el gobernador de la provincia de Buenos Aires contra miles de padres, madres y familias que -asistidas por la razón epidemiológica y por el valor de su reclamo- pedían que se abran nuevamente las escuelas, no presenciamos nada semejante a esta iniciativa que hoy se aplica a las cárceles con tanta liviandad.

Esto parece especialmente grave dado que se argumenta además que una mejor conectividad les permitirá a los presos poder estudiar y formarse en mejores condiciones. Es decir, se argumenta sobre el potencial educativo de la inversión, lo cual revela las extrañas prioridades del gobierno nacional que no dejan de asombrarnos. ¿Por qué los presos sí, pero nuestros chicos no? ¿Por qué las familias, especialmente las más humildes, tuvieron que cargar con las dificultades de una escolaridad arbitraria e indebidamente interrumpida sin recibir las mínimas herramientas tecnológicas adecuadas para sostener, aunque sea endeblemente, esa estresante situación cotidiana? Esa pregunta, que fue gravitante el año...

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