La guerra

AutorRicardo Forster
CargoDoctor en filosofía, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA
Páginas219-234
219
1.
La guerra. Nuevamente el mundo se ve sacudido por el desen-
cadenamiento de una violencia destructiva que cobijada en los dis-
positivos de la tecnología armamentística se levanta como una fuer-
za reconfiguradora de la escena humana. La historia, que amenaza-
ba con abandonarnos a fuerza de economía de mercado e industria
cultural hollywoodense señoreándose como única potencia efecti-
va, parece estar de vuelta entre nosotros vomitando, como antes y
como siempre, sus imprevistos y sus azares. La guerra suele portar,
y ésta no es la excepción, una sed aniquiladora, una tendencia al
arrasamiento de aquello sobre lo que se descarga; pero también, y
eso lo muestra la experiencia del pasado, suele desviarse de los ca-
minos imaginados por aquellos que la prohijaron. Simplemente la
violencia destructiva sacude tan profundamente el suelo de la rea-
lidad humana, conmueve de un modo tan extremo la materialidad
de la existencia, que sus consecuencias dibujan, delante de nuestros
azorados ojos, figuras laberínticas y, muchas veces, inextricables.
Esta guerra no es diferente, ella también supone una racionali-
dad que despliega sobre el escenario sus intenciones, sus proyectos
hegemónicos, su inocultable deseo de dominación universal. Por
supuesto, y la ingenuidad no cabe aquí, que en esta guerra, como
en otras, se juega la ambición económica de una potencia que ne-
cesita apropiarse de las riquezas petroleras de Irak; pero concluir
que ese es el núcleo de este conflicto que parece estar haciendo gi-
rar la historia hacia nuevas regiones, resulta increíble o, mejor aun,
aparece como demasiado obvio, como un fundamento cuya sim-
La guerra
Ricardo Forster
220 RICARDO FORSTER
pleza y descaro volvería superflua cualquier discusión o cualquier
intento de comprensión que fuera más allá de ese deseo de dominio
económico que, haciéndose cargo de los pozos petroleros iraquíes,
cerraría el esquema de la hegemonía mundial norteamericana.
Quiero decir, si este fuera el único motivo y la única explicación
debería detenerme aquí y dejar de escribir, ya que todo estaría di-
cho. Como sigo creyendo en las sutilezas de la historia humana y
en las opacidades de toda acción intento pensar por fuera del lími-
te del mercado, más allá del peso determinante de la economía. Se
trata, me parece, de interrogar qué novedades está instalando la
guerra entre nosotros, qué fuerzas se mueven rediseñando la geogra-
fía de la civilización y hasta dónde todavía somos capaces de pensar
esta guerra desde ciertos parámetros no sólo de racionalidad crítica
sino, más grave y urgente, a partir de una tradición filosófica que
no renuncia a la comprensión de la historia en clave emancipatoria.
Reducir la guerra del golfo a una cuestión económica constitu-
ye uno de los vicios de la izquierda, su constante incapacidad para
leer las napas más profundas de un orden civilizatorio que ha sabi-
do adaptar sus necesidades de perpetuación a las nuevas dinámicas
planteadas por una realidad en permanente metamorfosis. En otro
ensayo señalé los contenidos de excepcionalidad que se habían
abierto a partir del 11 de septiembre, de qué modo el poder sobe-
rano intentaría aprovechar lo extraordinario de aquel aconteci-
miento para desplegar su hegemonía. En este sentido, y siguiendo
las huellas de la reflexiones combinadas aunque no semejantes de
Walter Benjamin y Carl Schmitt, el estado de excepción funda las
condiciones de un giro en el orden político-jurídico, le permite al
soberano ponerse fuera de la ley en el mismo instante en que so-
mete a sus súbditos a una nueva estructura legislativa. El nomos
surge de un acto violento, sus posibilidades de renovación apare-
cen allí donde la continuidad del orden es puesta en cuestión por
algún factor excepcional cuyas consecuencias hacen posible una
mutación en los dispositivos de la legitimidad.
Desde la caída del muro de Berlín, en ese preciso instante de la
historia en el que el mundo inició su camino unipolar, el imperio
norteamericano buscó, de diversos modos y con distintos resulta-

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR