Amar a Dios también es trabajo

Amar a Dios es un trabajo. Más allá de la vocación espiritual que exige la tarea de los religiosos, sacerdotes, rabinos y sheij, todos cobran un salario o contribución mensual, tienen obra social y aportan parte de sus ingresos para una jubilación.Católicos, judíos y musulmanes que trabajan para sus religiones tienen jefes directos, dependen de una organización y tienen días laborales que muchas veces se parecen. Según confiesan, son principalmente guías espirituales, pero también ofician de abogados, psicólogos, contadores y hasta asistentes sociales. En definitiva, son líderes comunales. "Damos servicios a Dios y al prójimo", resume a La Nacion un sacerdote católico.La Iglesia Católica tiene dos tipos de ingresantes. Unos dependen del clero (los diocesanos) y otros que están subordinados a una orden (jesuitas, maristas, etcétera). Los diocesanos sólo cumplen votos de castidad y obediencia. Los otros suman el de pobreza.El papa Benedicto XVI es el jefe y tiene ingresos. Los fondos para financiar su obra pastoral se reúnen una vez por año ?en Buenos Aires, el primer domingo de julio? en todas las misas de las parroquias, iglesias y los oratorios del mundo. Lo recaudado se envía directamente a Roma.En la estructura, detrás del Papa aparecen los arzobispos ?primeros entre pares?, obispos, sacerdotes y laicos. El de cardenal es un título honorífico que otorga el papa a aquellos a los que considera posibles sucesores."Los religiosos por voto de pobreza no tenemos dinero propio ?cuenta un jesuita?. Todo va a una caja común y de ahí se saca para los gastos. Tenemos un superior religioso y un administrador que se encarga de las cosas domésticas. Todas las monjas están en órdenes, por lo que viven bajo este régimen".Los diocesanos pueden tener patrimonio. Un sacerdote del clero recibiría contribuciones de cerca de $ 2000 por mes, según cuenta un religioso, aunque este monto depende de si la diócesis que le tocó es pudiente o pobre, y de la variabilidad de las colectas. Un pequeño porcentaje de los ingresos de la parroquia y los sacerdotes en las colectas va directamente a un fondo común manejado en el Arzobispado. Ese dinero se redistribuye entre las diócesis más pobres."Terminamos usando la mayoría de nuestros ingresos en la parroquia", explica sentado en su pequeña oficina el padre Toto, sacerdote en la villa 21, 24 y Zabaleta en Barracas, donde viven cerca de 45.000 personas."Manejamos comedores, hacemos contención, organizamos una escuela de oficios y...

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