YPF, caso testigo de un modelo sostenido con palabras

No pudo ser. Unos 20 empresarios esperaban el miércoles por la noche, en la víspera del foro del Consejo de las Américas, la visita de Axel Kicillof como invitado de honor a una comida en el hotel Alvear. Así se lo habían transmitido a Susan Segal, la líder de la entidad norteamericana. Estaban Alejandro Bulgheroni (Pan American Energy), Juan Bruchou (Citibank), Carlos de la Vega (Cámara de Comercio), Gabriel Martino (HSBC), el gobernador Sergio Uribarri (Entre Ríos) y los embajadores Vilma Socorro Martínez y Jorge Argüello, entre otros. Pero el viceministro de Economía no fue.Las vueltas de la vida. Kicillof, el mismo que recibe a ejecutivos en remera o que importuna con ideas heterodoxas el directorio de Siderar, el destinatario de los cantos de militantes que adaptan la fonética de su apellido al viejo "Peace and love", de Sumo, ha pasado a ser el funcionario más buscado por el establishment . No porque le tengan simpatía; lo suponen más bien un hito que los tiene intranquilos: ¿es Kicillof el límite o el comienzo de esta política económica?La disquisición es vital para la inversión, uno de los puntos débiles del modelo. No salió desbordante de optimismo Eduardo Elsztain, dueño de IRSA, de la reunión que tuvo hace diez días con Cristina Kirchner. Y otros han sentido la misma desazón al abandonar estos encuentros, propiciados últimamente por la Presidenta con la pretensión de recomponer el diálogo. Existe para todos, más allá de cualquier puesta en escena, la sensación de estar frente a autoridades que creen en el carácter compulsivo de la inversión.Parte de esta noción fue edificada con la inestimable asistencia de los empresarios. ¿Por qué una jefa de Estado encerrada sobre su núcleo debería creer que falta confianza, si cada vez que se topa con uno de ellos se va convencida de que el país es un vergel y de que no existe una sola inquietud corporativa? No bastó, al parecer, el ejemplo de Sebastián Eskenazi para advertir que la cercanía con el poder no garantiza siquiera la supervivencia individual.Es entendible esta alienación a falta de conductos clásicos en la relación con el poder. Pero lo que los militantes llaman "la política", y acaso el momento particular que cada dirigente atraviese en la estructura kirchnerista, resultan ahora más fuertes que una buena relación personal. ¿Es Kicillof, por ejemplo, el mismo que en marzo de 2008, cuando arrancaba la crisis rural, se reunía en Las Cañitas con Francisco de Narváez, el hombre que tres meses...

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