Víctor Hugo - Jean Valjean, y el castigo a la pobreza

AutorJosé Antonio Aguirre
Páginas69-89
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“Ved a Claude Gueux. Cerebro bien hecho, corazón bien he-
cho, sin duda alguna. Pero la suerte lo coloca en una sociedad
tan mal hecha que termina robando; la sociedad lo encier ra en
una prisión tan mal hecha que termina matando. ¿Quién es
realmente el culpable?”.
Víctor Hugo (Claude Gueux)
¿Puede un juez sordo, pero absolutamente sordo, di-
rigir un juicio público y dictar sentencia condenatoria?
Ese juez hace un esfuerzo para superar la dificultad
auditiva –que mantiene bien oculta del conocimiento
del público–, recurriendo a la lectura del expediente
para conocer bien el caso y adelantarse a las respuestas
imprevistas, y de esta manera, que nada lo asombre en el
juicio. La lectura del expediente lo ha esclarecido, tiene
todas las respuestas, por lo que hasta ciego también po-
dría conducir el proceso.
Víctor Hugo
Jean Valjean, y el castigo a la pobreza
José Antonio Aguirre
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El encausado que es llevado ante el estrado del sordo
magistrado, también se las trae.
De nariz tetraédrica, tiene una boca en forma de he-
rradura; su pequeño ojo izquierdo se encuentra tapado
por una espesa ceja pelirroja, mientras el derecho desapa-
rece tras una enorme verruga. Sus dientes en desorden,
están estropeados en varios sitios. Un diente se asoma
como colmillo de elefante, sobre un mentón partido;
exhibiendo su rostro una mezcla de malicia, asombro y
tristeza. Rechoncho, casi tan ancho como alto, cuadrado
por la base, viste un gabán mitad rojo y mitad violeta,
sembrado de campanillas de plata. En resumidas cuentas,
una perfecta fealdad.
El espantoso personaje es llevado ante la presencia
del juez sordo, por haber causado una serie de desórde-
nes. El interrogatorio no se hace esperar, y el magistrado
lo indaga concienzudamente, creyendo escuchar las res-
puestas que sabía que recibiría, pero el monstruo no se
da por enterado que está siendo sometido a preguntas.
Es que el feo goza de la misma falta que el juez: la sor-
dera.
El intercambio de preguntas y respuestas –que no
se corresponden unas con otras– es desopilante y, final-
mente, el grotesco personaje es condenado a azotes en
la picota.
Aunque parezca que podría tratarse de algún libro de
humor, en verdad es un drama, y los párrafos preceden-
tes son una síntesis o extracto de la parte en que Qua-

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