El viaje de la muerte: arriesgar la vida para buscar refugio en el país

Para estar hoy vendiendo bijouterie en las calles de Buenos Aires, Badú Acuasí tuvo que sobrevivir al viaje de la muerte. Así se llama a esa aventura desesperada a la que se lanzan cientos de africanos cada semana para huir de conflictos étnicos o de la hambruna que azota a sus países. Se infiltran como polizones en barcos que pasan por África occidental, como parte de la ruta de la soja, entre China y la Argentina.

Badú tenía 17 años cuando decidió dejar a su familia y nadar por debajo de la hélice del barco que había atracado en el puerto de Tema, en Ghana. Consiguió ingresar en un cuartito de un metro cuadrado, donde se reunió con otros cuatro chicos africanos. Y así viajaron 29 días, apilados entre sí y con parte del cuerpo en el agua salada.

Hasta que un día se les acabaron los víveres. La habitación de la hélice tenía una puerta que conducía al interior del barco. Pero pedir ayuda podía ser una mala idea: los barcos quedan sujetos al pago de una multa si transportan polizones, tienen la obligación de costear los gastos y, además, de devolverlos al país de origen. Y eso en el mejor de los casos: el capitán del barco puede optar por arrojarlos al mar. Pero el hambre pudo más. Y uno de ellos se decidió a entrar en el barco. Tuvieron suerte. Encontraron gente de buen corazón entre los tripulantes, que les dio pan para el resto del viaje. "Solo comíamos pan. Muy difícil, muy difícil viaje", cuenta Badú. ¿De qué huían? De la perspectiva cero: del hambre, de la pobreza, de la falta de trabajo y de posibilidades, resume en un castellano apenas comprensible.

Cuando llegaron al puerto, les dijeron que tenían que nadar. Acababan de sobrevivir al viaje de la muerte. Habían llegado a Buenos Aires, capital de un país en el que viven unas 5000 personas que solicitan ser reconocidas como refugiados. La mayoría de ellos llegan desde África, pero sólo el 30% conseguirá ser reconocido como refugiado. Hoy, hay 709 personas que viven con ese reconocimiento y otras 800 que están en vías de lograrlo.

Significa que en el país, de cada 10 personas que piden refugio, sólo tres serán reconocidas como refugiados. Puede parecer poco; sin embargo, Francia, por ejemplo, tiene una tasa de reconocimiento de menos del 2% y España, una del 0,5%. Es cierto que en Europa es mayor el número total de aspirantes. Se calcula que, en los primeros seis meses de este año, más de 400.000 personas han solicitado asilo en países europeos. Y si se cumplen las previsiones, al cabo...

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