Van Gogh, en los bordes de la locura

La oreja amputada es el gran enigma. Todo comienza con la imagen de un pueblito apacible de clase media en los años 50 -con sus colegiales cruzando mansamente una calle vacía, las flores de colores intensos en los canteros y un carro de bomberos pasando en cámara lenta- y la voz acariciante de Bobby Vinton en "Blue Velvet". Un hombre riega el jardín delantero de su casa y cae de súbito en el piso tomándose el lado izquierdo de la cara con signos de intenso dolor. La cámara se arrastra por el césped hasta llegar a unas hormigas que comen algo que no vemos y que el protagonista encontrará después: la oreja cercenada, ya en vías de descomposición.

La oreja es también el gran misterio (uno de ellos) en la vida de Van Gogh; el otro enigma es su salud mental. Una muestra que acaba de inaugurarse en el museo dedicado al pintor en Amsterdam la ha puesto en el centro de la escena. Entre los objetos y cuadros que son expuestos en On The Verge of Insanity (En los bordes de la locura) aparece una carta escrita por el doctor Félix Rey, quien atendió al artista la noche del 23 de diciembre de 1888, poco después de que aquél se mutilara la oreja, la envolviese en una hoja de diario y se la entregase como ofrenda a Gabrielle Berlatier, una chica de 18 años que era criada en el Café de la Gare y a la que frecuentaba. Esa pieza epistolar, hallazgo de Bernadette Murphy, incluye el dibujo de la oreja mutilada y el perfil segado del artista neerlandés.

Van Gogh se amputó el pabellón izquierdo (en Autorretrato con oreja vendada y pipa, 1889, tiene una venda en el lado derecho porque el cuadro fue pintado en espejo) después de perseguir a Paul Gauguin con una navaja luego de una fuerte discusión; ambos compartieron casa y atelier en Arles, en el sur de Francia. En ese tajo se cifra una parte de su obra demencial y los dolores de una vida convulsa y atormentada. Los historiadores no terminaron de ponerse de acuerdo en el diagnóstico: ezquizofrenia, carácter bipolar, epilepsia, alcoholismo; con sentido involuntariamente poético, alguno de ellos creyó advertir una psicosis de angustia-felicidad. En la correspondencia que mantiene con su hermano desde 1872, reunida en Cartas a Theo, abundan las referencias a su deterioro anímico y a sus frecuentes desvaríos, alucinaciones y otras formas más o menos amenazantes de la insania. "Ayer dibujé raíces podridas de unos robles -anota-. Este pantano, con sus raíces en descomposición, ofrecía un espectáculo melancólico e...

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