La última palabra

Buena cosa es la última palabra. Su existencia debería ser reconocida y agradecida, ya que sin ella nada seríamos, salvo un parloteo insufrible y sin destino alguno. Sin palabra última, las discusiones, las reuniones empresariales o de consorcio y hasta las asambleas de todo tipo serían tan sólo palabrerío, una acumulación del decir por el decir mismo, que agobiaría hasta la muerte.En la familia, los padres son los dueños de la última palabra. Y en buena hora. Sin esa posibilidad paterna de pronunciar la palabra final, la familia no sería familia y las cosas se complicarían como, de hecho, se complican cuando hay deserción a la hora de pronunciar la palabra que redondea las cosas.La última palabra es la que sale al mundo del acto, dejando detrás de sí el acumular de ideas y enunciados, y eso bien que lo agradecen los hijos, ya que les recuerda aquel pujo final que por fin los hizo descubrir la luz y la ley de gravedad.Sin ella, las palabras previas son mera especulación o expresión de deseo y no el prenuncio de la consumación. La última palabra se hace cargo del deseo (no sólo lo expresa o describe) al iniciar el camino hacia su meta, asumiendo los riesgos del caso.Decir a los hijos "no sé todavía qué hacer de comida hoy... ¿A vos qué te gustaría?", es un paso previo al posterior y definitivo pronunciamiento: "Hoy comemos milanesas", sea o no sea ése el deseo expresado por el hijo al ser consultado (de forma no vinculante) al respecto. La penúltima palabra puede ser amiga de la última al ofrecerle alternativas, y no es necesariamente su competidora.La palabra final tiene otro uso: sirve para que los hijos tengan una referencia inicial, aun cuando le lleven la contra. Y siempre es mejor que un silencio claudicante y acobardado de parte de los padres: la última palabra paterna salva a miles de chicos y chicas de la indefinición agobiante que sufren los hijos del titubeo.Hay varios problemas en relación con la última palabra. El principal es que suele confundírsela con la única palabra.Mientras la última palabra está habitada en su ADN por las que la precedieron (la antepenúltima, la penúltima etc.), la única palabra no tiene más que su propio eco como referente.Así como la última palabra nace de un vínculo con un otro y marca un derrotero a partir del mismo, la única palabra es una suerte de oveja Dolly del lenguaje, porque nace de sí misma, sin un "otro", y de allí su esterilidad, su carencia total de horizonte fecundo, su egoísmo.La última palabra es la de...

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