Trabajo y Construcción de una Sociedad Democrática

AutorMartha C. Rodríguez de Dib
CargoAbogada -UNNE-, Doctora en Ciencias Jurídicas -UCSF-

1- La dignidad humana:

Inicialmente se requiere precisar que la dignidad de todo ser humano es una condición intrínseca o inherente al mismo, que no representa un resultado ganado o concedido.

La dignidad es irrenunciable, inalienable, imprescriptible, proviene de la sola condición humana y por ello “donde exista vida habrá dignidad humana” .

Esta esencia es la razón y fundamento de todos los derechos humanos y de consiguiente, en los hechos, debe ser respetada y ejecutada en concreto, diariamente, como una forma de entendimiento básico de las comunidades y de los hombres en el ascenso humano que cabe esperar como fruto de la construcción de una sociedad democrática.

Por ser así todo hombre y mujer es acreedor del derecho a la dignidad humana, o si se prefiere tiene derecho a tener derechos, por su sola condición.

Por tal motivo las codificaciones en Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos, sólo viene a reconocerlos, pues éstos provienen de un orden justo que precede a la codificación y es superior a ella.

Por lo expuesto podemos afirmar:

+ Que nadie puede menoscabar los derechos humanos, ni siquiera las mayorías .

+ El poder se legitima sí y sólo si, respeta la dignidad de la persona humana y sus derechos fundamentales.

+ Cada ser humano es titular de Derechos Humanos sin ningún tipo de condicionamiento .

+ El Estado, a través de sus instituciones, tiene la obligación de liberar al pobre e incluir a los excluidos “generando” condiciones de vida digna .

+ El ser humano no es objeto del mercado, es señor de todos ellos ; ni tampoco es objeto de poder alguno.

+ La dignidad lleva a sostener además de la igualdad y prohibición de discriminación, la opción preferencial por los pobres y por todos aquéllos seres que sufren en un proceso de identificación con el otro .

2 - Sociedades decentes para construir la democracia:

En el marco señalado podemos considerar el respeto a la dignidad como condición esencial de toda sociedad decente, perfilándose ésta como aquella que no hiere ni rebaja a sus integrantes.

Es el respeto a las mujeres y los hombres considerados como sujetos -no como objetos ni clientes - lo que marca la diferencia.

Se trata de no mantener sumidos a los habitantes en el círculo vicioso de la pobreza; la acción pasa por propender al desarrollo de todos los hombres actuando el bien común.

El diálogo es esencial, pensando que el resultado de todo acto eleccionario -en un estado verdaderamente democrático- representa sólo un lugar o base de partida, hacia la consecución de mejoras concretas para la sociedad.

En fin, para que la sociedad sea decente se requiere una decidida vocación de servicio de los gobernantes, a fin que los habitantes no dependan de las cuotas o planes sociales que los mantienen en la pobreza, pues visto desde esta perspectiva ningún derecho humano aparece realmente efectivizado.

Se propone una moral pública rectora de cambios y proveedora de resultados tangibles para que se haga efectiva la dignidad humana en el proceso diario de verificación de las condiciones necesarias para lograr una democracia real, en la que igualando los puntos de partida, la llegada pueda ser más equitativa y razonable.

Una sociedad que no es decente permite el trabajo esclavo, la clandestinidad y que sus habitantes se encuentren entrampados en planes sociales. Así, la gente entiende que obtener trabajo es una dádiva.

Es condición necesaria de toda gestión de gobierno crear empleo decente, tan es así que en los instrumentos internacionales de Derechos Humanos se insiste en la imposibilidad de realizar la libertad del ser humano, sin temores ni miserias a menos que se creen condiciones que efectivamente permitan el goce y disfrute de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. El Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales en el Art. 6º establece que “Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho a trabajar que comprende el derecho de toda persona de tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado, y tomarán medidas adecuadas para garantizar este derecho”.

Conviene recordar, siguiendo los pasos de la lógica, que existen normas de acción de los estados, de sus instituciones y de sus gobernantes, que para ser correctas deben contemplar, ineludiblemente, el derecho a unas condiciones materiales y culturales que permitan a todos los integrantes de la sociedad expresarse, discutir y decidirse en un pie de igualdad para lograr un acuerdo serio, estableciendo consensos, haciendo fluir la participación en decisiones fundamentales.

Cobra aquí relevancia el derecho de expresarse libremente para construir la democracia y también el derecho a ser convencidos únicamente por el mejor argumento lo cual exige libertad, no sólo de conciencia, de opinión o religiosa, estamos hablando de libertad real, construidas sobre bases serias y sólidas, lo que excluye coacciones, miedos y temores.

3 - Conjugar las diferencias para lograr el bien común

La libertad y la igualdad son los dos primeros valores que hizo suyos la Revolución Francesa que engendró la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El tercero, la fraternidad mutada hoy en solidaridad es un valor que necesariamente debe ser obrado si creemos verdaderamente que existe una meta común: la de conseguir que todos los hombres se realicen en libertad.

De allí que hemos defendido siempre la tolerancia y el diálogo como forma de convivencia; sin embargo, la idea de tolerancia que se expone, lo es en un sentido activo “como una predisposición a respetar proyectos ajenos que pueden tener un valor aunque no los compartamos, la tolerancia pasiva no sirve de base para construir un mundo juntos, para construir hace falta tolerancia activa.

Por consiguiente la tolerancia activa conjuntamente con los valores premencionados, construyen una cultura del diálogo, demostrando que quien así se comporta tiene a todos los habitantes como iguales y que está seriamente interesado en atender a los distintos requerimientos de todos ellos cuando se tomen las decisiones, conjugando las diferencias, respetándolas.

Por tanto retomando la idea de una ética de mínimos en una sociedad pluralista, es justo aquí expresar que, no se requieren tantos “planes”, se busca más bien un programa integral de desarrollo sostenido y sustentable para que se haga efectiva la justicia social inseparable de la dignidad inherente a toda...

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