El trámite (La Fiesta Escolar)

AutorNorma H. Rozadas

El trámite. Lector, lectora, si usted está deprimido por lo que le pasa. Si en una de ésas, siente que los sueños ya se han ido, que nunca más volverán. Que no se puede vivir…..Deténgase un instante, y escúcheme un rato nomás.

Yo me encontraba así, una de esas mañanas. Alguien (un viejo amigo) me había comentado algo que hacía de vez en cuando, cuando se le perdía el rumbo o los sentidos en la vida, y trataba de llenarse precisamente de eso,… de vida. Hice memoria y me preparé.

La noche anterior, ante ese vacío que suele provocársele muy seguido a uno en la ciudad…. lo recordé. Así, que avisé al trabajo que iba a llegar tarde, que tenía todo ordenado y que tenía que hacer un trámite que solo se hace de mañana. Así, le pegué el último sorbo al mate, tomé la campera y me fui para allá.

Yo me pregunté, ¿cómo hacer para que todo el pasado sea nada más que futuro?

El lugar. Era nueve de julio, otro nueve de julio. Eran las 7.45 a.m., y una casi imperceptible cortina de agua me mojaba la cara. El frío, que te recuerda la humedad en las medias y en las orejas recién lavadas. La bufanda, que alguna vez te tejió quien recoge tus sueños, te abriga el cuello y el corazón. Como si fuera nada más que lo que es, un abrigo del alma.

Era la hora, así que inicié la marcha. Caminé con cierta incertidumbre, como si no tuviese mucha fe en lo que estaba por hacer. Pero caminé. Camine con la ansiedad del enfermo, que sabe que debe haber alguna cura que aún no conoce para sus males. Caminé sorteando sin suerte, las millones de baldosas rotas que te escupen sin respeto en todas las veredas de este suburbio portuario. Berisso -el lugar que me cobija- , y sus baldosas, crían gente despierta, y para que no se te olvide, siempre te recuerda que al pobre suelen escupirle seguido (y sin sentido) en la cara.

Pasé todas las calles, que llevan nombres de puertos del mundo, como si te dijeran que la vida es nada más que eso, navegar.

Pase todas las calles, hasta que llegué a esa esquina. Ostende y la Comercio, la esquina donde se levanta el viejo edificio. Es la escuela del barrio, del viejo barrio. Aunque los niños dicen ir a la escuela primaria número 3, todos saben que esa, es la vieja escuela 88.-

Los protagonistas. Un enorme piberío empuja para entrar, todos a la vez. Mágicamente, los chicos se comprimen hasta lo impensado y pasan por la puerta de hoja doble, y salen como disparados hacia el amplio hall que distribuye los pasos hacia las aulas. Hoy no van para...

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