Tiempos agitados de tarifas inflamadas

Por no explicar a tiempo en campañas de difusión previas, sistemáticas y coherentes (el crónico déficit comunicacional de este gobierno) y por querer indexar costos a un ritmo solo soportable para los bolsillos de las clases media alta y alta, el kirchnerismo pelea por ganar la batalla cultural de convencer a porteños y bonaerenses del conurbano de que los servicios y los transportes deben ser regalados o pagados apenas con monedas. Algo que no sucede en los países limítrofes ni, por cierto, en el resto de la Argentina.

Aprovechando la generación de contenidos mediáticos centralizada en Buenos Aires, pero distribuidos radialmente al resto del país, esos privilegios exclusivos para los vecinos del Río de la Plata funcionaron como eficaz espejismo nacional.

El "ruidazo", la Marcha de las Velas y demás protestas de estos días en el distrito metropolitano son observadas con una mezcla de bronca y sorna por nuestros compatriotas provincianos, que siempre pagaron tarifas mucho más altas. El país unitario modelado por el kirchnerismo liberó de esa carga a los habitantes de la gran ciudad y de sus alrededores (algunos de ellos, con hábitats "africanizados" que ese mismo régimen empeoró con su desidia y corrupción). Condonó gastos por igual al que lo necesitaba como para el acomodado habitante de Barrio Norte o San Isidro. Y con el gas, peor aún: los más pobres pagaron mucho más por su garrafa que los que estaban conectados. Un disparate.

¿Y para el país federal?: solo espejitos de colores, transmitidos por la cadena oficial y la abundante pauta publicitaria que aceitaba mejor a los prestidigitadores que montaban esa ilusión inalcanzable en el interior.

El precario tinglado en la materia montado por los gobiernos anteriores dejó unos pesos más en el bolsillo de bonaerenses y porteños para gastos superfluos. Les dio la sensación efímera de un supuesto bienestar a los que están dentro del sistema, mientras que no se removieron las razones profundas de un 30% de pobres, un déficit público monumental, el deterioro estrepitoso de las prestaciones y una economía en recesión, entre otras calamidades.

Pero ese cambio cultural terminó seduciendo hasta los rincones más impensados. ¿De qué otra manera se puede entender los argumentos populistas de los tirabombas ultraliberales mediáticos cuando afirman que el único ahorro fiscal real de este gobierno se hace con el esfuerzo de la gente pagando tarifas más altas? Es así, claro, pero ¿qué creían? ¿Que las iba a...

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