El terremoto en México en primera persona: 'Lo único importante en ese momento es escapar de lo peor'

Edificios caídos luego del terremoto

El susto 7,1 escala Richter que aún llevo en algún lugar entre la garganta y el corazón me sorprendió mientras editaba un artículo sobre el embarazo de la inglesa Kate Middleton. Sentado enfrente de la computadora, con las manos sobre el teclado, noté que la máquina y el escritorio comenzaron a moverse, agitados y poseídos por una fuerza extraña que los impulsaba a atacarme. Los cimientos vibraban como si Godzilla bajara a zancadas por las escaleras. Y las lámparas se bamboleaban de un lado al otro, listas para caer sobre las cabezas de quienes tardaran más de uno o dos segundos en refugiarse bajo un techo que, aunque se moviera, al menos no se sacudiera tanto.

Yo no reaccioné enseguida porque, creo ahora, nunca estamos del todo preparados para interpretar de inmediato las señales de catástrofe inminente. Hay algo dentro de uno que se niega a creer en la posibilidad real del desastre a gran escala. Durante ese microsegundo de duda, optimista y fatal en potencia, todavía palpita la fe en la tierra tal y como se la conoce desde siempre, inmóvil y firme y sin ninguna intención de abrirse bajo los pies.

Luego, los gritos y el miedo borran la duda y dejan claro que, si ya no se puede confiar en lo más básico, cualquier cosa puede ocurrir. La sensación de intemperie y abandono derrite las certezas y las pone a su merced. Sólo deja que la voluntad se concentre en correr, no perder la calma y admitir que lo único importante en ese momento es escapar de lo peor.

El momento crucial

Dos horas antes, a las 11 en punto, la redacción había sido evacuada durante el simulacro que evocaba el temblor de otro 19 de septiembre, el de 1985 , que se saldó con más de 30 mil muertos en todo el país. Como parte del simulacro, la alerta sísmica atronó en distintas zonas de la ciudad. A las 13.14 de ayer, cuando el terremoto era real, la alerta no sonó en ningún lado. La salida de emergencia del piso en el que me encontraba se llenó de gente antes de que yo pudiera llegar, y mientras los brigadistas pedían que avanzáramos más rápido sentí que el suelo se balanceaba y algunas mochilas y papeles caían de los escritorios.

Muchos como yo queríamos salir al patio, pero no podíamos porque el camino se había atascado. A mi alrededor, entre mis compañeros reconocí a una chica embarazada y dos amigos muy jóvenes que siempre andan juntos. En sus rostros vi una mezcla de pavor, nervios y desesperación que terminó de abrirme los ojos ante lo...

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