Tan al acecho la muerte, tan esplendorosa la vida

Mírenla, qué bonita está. Cuando llega al restaurante, la recibimos con aplausos desde el fondo del salón. Ella nos devuelve una sonrisa leve que permanece en el rostro el tiempo que le lleva darnos un beso a cada uno de nosotros, sus amigos, un abrazo de gratitud, gestos que no precisan de palabras. Estamos aquí reunidos para celebrar la vida.Hace algunos meses una médica le ha dicho que padecía una enfermedad terminal. Ha pronunciado esa sentencia sin miramientos, de manera brutal en el silencio apacible y de pronto inquietante del consultorio, ha escuchado el diagnóstico aferrada a la mano de una amiga y con la perplejidad con que escuchan su sentencia de muerte los condenados, ella que ha sido una mujer tan fuerte, capaz de luchar a brazo partido contra cualquier adversidad, y sin embargo siente de pronto que el mundo se desmorona, tan enérgica siempre y ahora tan vulnerable, la vida empieza a veces a esfumarse sin pedirnos permiso ni advertirnos que la fiesta ha de acabar sin que nos demos cuenta.Ha llegado a su casa devastada, un poco mareada en sus pensamientos tras recibir una noticia inesperada. Ha aguardado a que su hijo llegue a casa, lo ha acariciado un poco más que de costumbre con tal de retenerlo consigo, de dejarse abrigar por él, ella que desde que lo llevó en el vientre lo ha protegido de las hostilidades del mundo y sin embargo precisa en este instante de su resguardo y consuelo. Le ha dicho como ha podido cómo son las cosas, procurando mantenerse entera para no abrirle una herida demasiado honda, que tiene un tumor maligno en el cuerpo, eso le dice sentada en el balcón de su casa, que luchará con coraje, pero quién sabe. Han llorado juntos, cada cual a su manera, buscando consuelo el uno en el otro, ella pensando que no conocerá a sus nietos, qué bobería.-No te suelto más -le dice él mientras la estrecha en sus brazos. Huele a infancia, piensa su madre, el mismo olor que tenía cuando lo acunaba en sus brazos, el olor de la niñez que regresa ahora con las caricias en la espalda y en la nuca, y en las mejillas húmedas de llanto.Un tiempo después sus amigos reciben un llamado impensado, uno de los llamados más conmovedores que han recibido en sus vidas: todo ha sido un error, el fruto de malas prácticas médicas, aseguran los últimos exámenes, la oncóloga que atendió su caso ha leído muy mal las...

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