El síndrome de abstinencia K

La soberanía popular era digna de respeto para el kirchnerismo mientras las urnas le dieron la razón. Haber perdido les produce un desasosiego tan insoportable como el que sufre el adicto con síndrome de abstinencia. Suele expresarse en pulsiones y deseos destituyentes (para decirlo en la jerga que solía gastar Carta Abierta y otros fans del gobierno anterior). Como la mayoría que ganó no es la de ellos, aquel valor se deprecia; ya no vale lo mismo y, por eso, merece ser dinamitado.

Cuando estaban en la cresta del poder, la otra mitad de la población que no los había votado no valía nada y se la trataba con desconsideración. "Armen un partido y ganen las elecciones", ironizaban socarronamente ante la menor queja.

Fueron largos, larguísimos años donde los que pensaban distinto del discurso único oficial no podían aspirar a trabajar en los medios públicos. Ahora se dan por ofendidos y censurados cuando caen sus contratos en esas ondas porque la misión militante para la que habían sido convocados simplemente terminó. Reciclarse no les será fácil, pero no imposible: ya lo intenta Cynthia García, que pasó de tener pluriempleo -radios Nacional y Continental, y 6,7,8- a transfigurarse en youtuber por decisión propia, con amplia difusión, paradójicamente, en los que ella llama "medios hegemónicos".

Antes del 10 de diciembre, ni como invitados los disidentes del kirchnerismo solían ser convocados a enfrentar un micrófono o una cámara estatal: los señalaban, humillaban y difamaban desde sus espacios militantes y, como se dijo en las redes sociales, desde la cadena nacional se hacía "bullying" sobre quienes no asumían el discurso único de aquel poder. Los que se mofaban si alguien se llegaba a lamentar de esos evidentes maltratos ("a llorar a la Iglesia/al campito" era lo que menos decían) son los que desde el primer día del nuevo gobierno van en busca de la solidaridad que no supieron tener cuando se mostraban insensibles y ensoberbecidos, muy cómodos con la protección que les dio el kirchnerismo mientras estuvo en el poder.

En julio de 1958, desde su exilio en Ciudad Trujillo, el general Juan Domingo Perón reclamó a sus seguidores armar "una hostilidad organizada". Aparecieron entonces lo que Fernando Ruiz en su muy recomendable libro Guerras mediáticas llama "ejército de predicadores", en tanto que el líder justicialista se convertía en el "jefe del Estado Mayor de las operaciones del peronismo en guerra".

Las condiciones políticas de entonces eran...

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