Siempre hay una pena.

AutorRafael Velasco S.J.
CargoRector de la Universidad Católica de Córdoba.

Mi mirada estará, sin dudas, sesgada por mi historia y mi formación. Hablo desde la filosofía y la teología, con experiencia en instituciones educativas, de nivel medio y superior; desde el contacto con jóvenes de diversos sectores sociales, desde una institución que intenta servir a la fe promoviendo la justicia, desde la docencia, la investigación y la proyección social del conocimiento.

Entonces, primero, unas palabras sobre el contexto:

¿Exclusión u Opresión?

Hay palabras que siendo fundamentales desaparecen del lenguaje y no por casualidad sino intencionadamente. Esto tiene que ver con la trivialización del lenguaje, pero también con la intención de sectores importantes de encubrir la realidad y generar realidades ficticias anestesiantes y distractivas. Algo de esto ocurre con la palabra “Opresión” que viene siempre acompañada de su prima hermana, la esclavitud (término absolutamente incorrecto políticamente si se quiere aplicar a occidente, no así si se aplica al África o al mundo islámico; como si en occidente no hubiese opresión y esclavitud).

En el mundo de hoy se excluyen del lenguaje palabras claves para impedir que la gente capte la realidad de injusticia estructural en que vivimos, su significado y sus causas. Se trata de un verdadero “robo”. De un secuestro del lenguaje.

Se tolera más otro tipo de palabras que parecen más “políticamente correctas”: se habla de “menos favorecidos”, “desfavorecidos”. Pero la pregunta para mí es: ¿Hay opresión en argentina? ¿Hay seres humanos oprimidos, hay jóvenes oprimidos? No tengo dudas de que sí los hay.

A esta miseria a la que se ha marginado a mucha gente hoy –en particular a adolescentes y jóvenes- y que tenemos desde hace mucho, hay que seguir llamándola opresión, por mucho que debamos precisar sus formas y causas en la actualidad. Y desde esa opresión hay que comprender el problema de las adicciones, no solo en sectores sociales más desfavorecidos (en el que el problema es gravísimo) sino también en otros sectores sociales más acomodados, en los que el sinsentido arrasa todo.

Ahora se habla de “exclusión”, término que parece fonéticamente menos “malo” que oprimidos y esclavos; aunque si se lo piensa a fondo, exclusión es algo todavía más inhumano. Significa no sólo oprimir y esclavizar, sino privar, de antemano, de existencia, declarar irreales e inexistentes a miles y millones de seres humanos. Excluidos, sin nombre, miles de jóvenes. El excluido es alguien al que se le ha privado de la palabra. No es extraño que la etimología de la palabra “adicto” signifique lo mismo (a dictum: el que no puede hablar).

Hablemos de “exclusión”, de opresión, de crueldad, de esclavitud, el tema es que hay gran cantidad de argentinos – en particular jóvenes- que siguen siendo oprimidos en sus posibilidades de vida, de desarrollo, de progreso, de inclusión, y eso tiene estrecha relación con el problema que estamos abordando.

Educación y Justicia

En ese contexto se sitúan los centros educativos, que participan de un sistema que está destituido. Un autor francés dice que la escuela se ha convertido en un “galpón destituido”.

Y junto con el sistema educativo está la familia, que se encuentra jaqueada por el contexto. La escuela y la Familia: los lugares en los que a uno se le da la palabra, donde se habilita para la palabra.

Durante décadas los argentinos nos ufanábamos de la posibilidad de ascenso social a través de la educación. Hoy no es así. Hay escuelas para ricos y escuelas para pobres. Pobres que no podrán acceder a la universidad, aunque logren finalizar con éxito su ciclo de especialización. Se dan los “countries” del conocimiento, al lado de las cada vez más grandes villas miserias de la ignorancia.

Sistema educativo, inclusión y cultura del trabajo

Muchos chicos y jóvenes viven en las calles, y sufren de la intemperie y el desamparo, muchas veces atrapados por la droga y las recaídas en la cárcel.1

Escuchemos a...

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