Señales en el silencio: ruido no es sólo lo que entra por nuestros oídos, sino también por los ojos

De manera perversa, en algún momento se consideró al silencio como sinónimo de salud. O, para señalar la pasividad de una masa indiferente al devenir colectivo, se suele hablar de mayoría silenciosa. Sin embargo, al calor de hechos recientes, el silencio ha recuperado parte de su funcionalidad y de su dignidad. Después de todo, no habría música sin silencio (está presente entre nota y nota aunque no seamos conscientes de ello) y tampoco podríamos hablar, porque su presencia sutil modula las palabras. Sin silencio viviríamos en el ruido y tardaríamos poco en enloquecer. Bien, el riesgo existe. Y se acentúa cuando todos los sonidos (reales y metafóricos) se convierten en ruido.

En ingeniería se diferencia el ruido de la señal. La señal transmite información, el ruido es un añadido que perturba y distorsiona. La señal contiene información real, mientras el ruido es acumulación informe de datos y sonidos, sin estructura ni coherencia. Es barullo tóxico.

Que Buenos Aires sea la cuarta ciudad más ruidosa del mundo según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (después de Tokio, Nagasaki y Nueva York), y que en ella las señales ni se entiendan ni se respeten, es más que una casualidad. Es un símbolo. En nuestra cotidianidad el ruido se impone a la señal, y esto se extiende progresivamente a otras ciudades, grandes, medianas y pequeñas. Por lo demás, ruido no es sólo lo que entra por nuestras orejas (que, pobres, carecen de párpados), sino también por los ojos. Según advierten analistas y pensadores como Nate Silver y Nassim Nicholas Taleb, el ruido suele disfrazarse de todo tipo de información (visual, auditiva, informática) y promete brindarnos lo necesario para entender un mundo que asoma cada día más complejo. Autor de La señal y el ruido y creador de un programa capaz de predecir con exactitud cosas tan disímiles como resultados eleccionarios y el rendimiento de jugadores de béisbol, Silver advierte que estamos sometidos a un bombardeo diario de 2,5 trillones de bits (unidades de información), una cantidad de ceros y unos con los que se puede llenar...

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