Rosario, bajo amenaza narco: el negocio del terror

Protesta de taxistas en Rosario por el asesinato de un colega, el cuarto en un mes

ROSARIO.- Rosario se transformó en una ciudad impredecible. En unos minutos todo puede crujir. Las balas y el terror pueden irrumpir sin aviso en cualquier momento y en cualquier lugar, y transformar una tarde apacible en un día cargado de miedo, de sangre. Este sábado el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullar o, vio una escena de ese tenor con sus propios ojos. Camino a su casa en las afueras de Rosario, apareció en avenida Circunvalación una tela colgada de uno de los puentes, con amenazas contra él y el ministro de Seguridad. El mensaje parecía profético en su contenido al asegurar que iban a seguir matando "inocentes".

El miedo es un negocio que mueve mucho dinero. Sin esa reacción primaria que se busca encender en la sociedad, los grupos narco no podrían mostrar su poder y recaudar fondos que después se reinvierten en el circuito financiero informal, que en Rosario es muy sólido. El miedo es la matriz del negocio mafioso.

Los grupos criminales deben alimentar todo el tiempo ese terror que es el que busca condicionar decisiones políticas, obtener dinero a través de aprietes y negociar con sectores policiales momentos de paz. La violencia se transformó en un commoditie.

Quienes lo ejercen no son grupos mafiosos sofisticados, que tienen estrategias depuradas y profundas, sino sectores marginales que planean lo elemental. Golpear con sangre para obtener réditos. El problema a lo largo de la última década es que el Estado no logró neutralizar esas acciones rústicas y elementales. La pobreza y la creciente marginalidad hicieron crecer esos grupos que usan a adolescentes a quienes los atraviesa a nivel cultural ese mundo del hampa, que tiene como principal aspiración llegar a tener una moto y un arma en la cintura. Pibes cuyo destino probable es la cárcel o el cementerio, sin escapatoria.

Este esquema criminal que creció a lo largo de la última década nunca se pudo desmantelar. Y fue una de las pocas cosas que creció y se consolidó en el país. Esa mano de obra elemental logró sacudir otra vez una ciudad donde hay entre policías y gendarmes más de 8500 efectivos de fuerzas de seguridad.

Los líderes de las bandas están presos en penales federales y los cuadros medios en prisiones santafesinas. Cargan condenas extensas. El Estado hasta ahora se había desentendido de los criminales después de que su destino fuera la cárcel , tras juzgarlos y condenarlos. Pero...

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