Rompiendo roles: una mujer, al frente de la obra para dar cloacas a 5 millones de personas

En esta megaobra, las estrellas son todas mujeres. Están Beatriz, una máquina tunelera de 220 metros y alrededor de 15 millones de dólares, y Elisa, la otra tunelera, de similares características.

Pero la gran celebridad es Marcela Álvarez, la gerenta de obras del Sistema Riachuelo, una planta de tratamiento cloacal que tiene un costo de 1200 millones de dólares y beneficiará a 4,3 millones de personas. Es una de las tres obras más ambiciosas encaradas por el Poder Ejecutivo, explicó una fuente del Gobierno.

"Semejante obra y le toca a una mujer tan chiquita; creo que no llego a 1,50 metros de altura", se ríe Álvarez mientras recorre el predio de 20 hectáreas en Dock Sud y saluda con un beso a los operarios y empleados con los que se va cruzando, hombres que, por lo general, son mucho más altos que ella.

El año próximo, en su pico de actividad, la obra empleará a 1500 personas sólo como mano de obra directa, a las que hay que sumarles otro tanto de contratistas. Todos estarán bajo el mando de Álvarez, una ingeniera de 52 años y triple especialidad (civil, laboral y ambiental) que estudió en la UTN y vive en Villa Urquiza.

Viejas supersticiones

"Dicen que me tienen miedo, pero no sé por qué, si soy divina, aunque es cierto que un poco exigente", aclara. Álvarez entró en AySA, la empresa pública dependiente del Ministerio del Interior que da servicio de agua potable y está a cargo de la obra, en 2010, y desde hace tres años dirige el proyecto, el más grande de todos los que financia el Banco Mundial en América latina, que comprometió 718 millones de dólares en la obra.

"Los trabajos de saneamiento integral en la zona Matanza-Riachuelo tienen un impacto directo en la reducción de pobreza y la mejora de la calidad de vida. La experiencia puede servir como ejemplo para otros países sobre gestión integral de cuencas en un área socialmente vulnerable", explicó Jesko Hentschel, director del Banco Mundial para la Argentina, Paraguay y Uruguay.

"Pensá que por superstición las mujeres no podíamos bajar a los túneles", se sorprende Álvarez, que va por la obra en jeans, pelo rubio y ojos delineados. La tradición que vedaba el ingreso de mujeres indicaba, sin embargo, que las tuneleras, que son inmensas máquinas que construyen túneles por debajo de la tierra, llevasen nombres de mujeres.

La primera opción fue la más obvia: le querían poner Marcela, el nombre de pila de Álvarez, pero ella se opuso. Al final quedaron dos nombres muy simbólicos. Uno es un...

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