Reflexiones sobre Trabajo y Economía
Autor | Eduardo Giorlandini |
La presente obra no fue concebida con un plan previo; se trata de una recopilación de trabajos y notas de cátedra de autoría del profesor Eduardo Giorlandini.
Entre los primeros, deben mencionarse trabajos de investigación de uso interno en el Departamento de Derecho de la Universidad Nacional del Sur; también glosas de conferencias y ponencias en jornadas y congresos.
Las notas de cátedra consisten en trabajos destinados a los alumnos que tienen reconocimiento y legitimación bibliotecológicos.
En general, los estudios consisten en temas de actualidad y otros aspectos de interés social, filosófico e ideológico -en sentido genérico- y vinculados a la docencia en la asignatura Derecho del Trabajo y de la seguridad social, que ha tenido una orientación estructuralista, como toda la obra del autor.
Son varios los tratamientos que pueden darse a las relaciones entre la Economía y el Derecho. Razonablemente, el investigador puede proponerse establecer medios y fines, precisar las partes del objeto y las relaciones entre ellas, o asignar límites o alcances de acuerdo a su experiencia y conocimientos o dejarlos librados a los resultados del quehacer científico.
Dejo a salvo que en esta labor investigativa no está ausente el juicio subjetivo de valor; no pueden estar ausentes las utopías e ideologías, porque tanto la Economía como el Derecho deben estar al servicio de la humanidad. No pueden estarlo, también, porque deben preservarse los derechos a la vida y a la libertad; de otro modo: los derechos humanos y los sistemas de valores humanos y jurídicos, entre los que se cuenta la justicia social y la igualdad como contenido de la justicia, en términos de filosofía jurídica.
Ya se están olvidando los juristas de nuestro tiempo del Derecho civil como Derecho de los pobres; del Derecho laboral, como medio de la Política social y del Derecho constitucional como el Derecho del bienestar general. Algunos, hoy, vigorizamos el nuevo Derecho, que es alternativo en el sentido de humanización, hominización, promoción humana y justicia social. Todo esto y mucho más no puede ser estimado en forma separada, porque forman parte de un conjunto; ello implica una reiteración de nuestro escorzo neoestructuralista o sistémico, de la búsqueda de un nuevo Derecho.
Por lo tanto, estructurar un punto de vista sobre nuestro asunto, con basamentos en la doctrina tradicional y en la dogmática jurídica, tal como las hemos conocido hasta ahora, es inservible. Empero, justo es reconocer los beneficios recibidos por el mundo del conocimiento, del desarrollo jurídico y del mejoramiento de las instituciones dentro del ordenamiento jurídico positivo, aunque el mismo no haya sido suficientemente eficaz para impedir su propia alteración y el avance de la Economía sobre el Derecho, así como el predominio de la ley económica con respecto a la ley jurídica. Pero esa ley económica no actúa por sí y está sometida a alteraciones, generadas por los centros de poder.
De modo que el objeto principal es la realización de la justicia social, pues, como lo ha declarado la Organización de la Naciones Unidas y reiterado recientemente, es imprescindible atender a la necesidad de los pobres.
Teniendo una visión general acerca de la historia universal del hombre, es muy difícil sostener que la situación planetaria actual es muy distinta a la conocida, al menos en las causas que generan el tipo de cultura que ha imperado en el tiempo.
La humanidad asistió a una cultura cimentada prevalentemente en el mito y la mentira; el egoísmo, las ansias de poder y la concupiscencia y la ausencia de protección a los más débiles, provocaron invariablemente el desarrollo del capitalismo “salvaje” y su contracara: el agravio.
Todo fue puesto al servicio del capitalismo: el ser humano, la tecnología, la ciencia y -como una derivación de la actitud obsecuente y herodiana- parte del arte y la literatura. Siguiendo la conocida expresión, el desarrollo no tuvo rostro humano y lo que debió ser el desarrollo generalizado y en plenitud (político, económico, social, cultural y espiritual) se convirtió en supercapitalismo y en concentraciones capitalistas. Ilustrando parte del concepto, es posible afirmar, con las investigaciones de David Dickson, que durante la etapa precapitalista, en el mal denominado “viejo mundo” contrataron inventores para que las máquinas reemplacen a la persona laboral, para disminuir costos, evitar conflictos, determinar contingentes de desocupados para...
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