Las raíces sociales de la criminalidad minoril y juvenil

AutorVerónica Balestri

Es notorio y alarmante el aumento de la delincuencia juvenil, hasta hace pocos años la delincuencia practicada por adolescentes era escasa, en comparación con aquella que abarca a los adultos, pero hoy vemos, con mucha preocupación, como la edad para iniciarse en este escabroso camino comienza cada vez más temprano, y la situación se agrava al ver que estos niños que desde muy temprana edad ya se vieron imbuidos en la actividad delictiva, concreta los delitos con la utilización de armas y llegando con mucha facilidad a matar, creando así inevitablemente una conmoción social de real alarma e inseguridad.

Así como no es fácil de comprender para ninguno de nosotros como simples individuos, tampoco lo es para quienes nos dedicamos al derecho desde un punto de vista criminalístico, ya que en el fondo no puede, y no debemos, dejar de lado el sentimiento de impotencia que se siente al ver a estos niños inmersos desde muy pequeños en el delito.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, no resulta simple encontrar las verdaderas razones de esa criminalidad prematura. Para ello debemos introducirnos en la vida de los adolescentes, pero ello no resulta ni someramente suficiente, es más necesario aún hacerlo en quienes lo rodean, el medio social en el que se desenvuelven y en el los largos períodos de tiempo en que permanecen solos o bajo controles problematizados: falta de amor; indiferencia; ausencia de contención y protección, etc. Y esto no sólo se da en aquellos casos en que el menor se halle internado en institutos para menores u hogares sustitutos, sino también en su propio hogar.

A ello debe aunarse la gran irrupción que se ha producido en los hogares de los medios de comunicación, que muchas veces resulta el compañero incontrolado de los niños durante la mayor parte del día. Y no son en sí mismos los medios de comunicación los que pueden poner en juego la propia naturaleza del niño, sino justamente esa falta de control por parte de un adulto que guíe al niño, no tan sólo en la información que recepta, sino en las explicaciones que muchas veces debe acompañar esa información y sin embargo no se le brinda.

Como bien destacó el Dr. Scimé en su libro "Criminología, causas y cosas del delito", pág. 494/5, la UNESCO sostuvo: "Actualmente los niños de 14 a 16 años están expuestos a múltiples influencias que afectan su desarrollo físico y mental, éstas son con frecuencia por una temprana participación en la vida de los adultos, por los crecientes contactos con el mundo exterior, por la creciente cantidad de medios de comunicación (en particular los masivos) y por la nivelación de las clases sociales".

Ahora bien, como ya adelanté son varios los factores desencadenantes de la inconducta de los menores, que pueden llegar a llevarlos a la incursión en la actividad delictiva, más aun cuando cada vez hay más objetos de deseo y ambición, cada vez más difíciles de conseguir, abarcando, también cada vez más, un abanico amplio de edades. Circunstancias estas que provocan en el niño o el adolescente, ante la imposibilidad de lograr o conseguir tales objetos, extraordinarios efectos, por lo general nocivos, en la mente de quienes aún no han logrado completar el desarrollo de su capacidad de raciocinio, de valoración y de conducta concreta.

Es así entonces que aparecen como causales de la delincuencia minoril factores sociales, a los cuales difícilmente el menor pueda sustraerse; familiares, que en definitiva podemos calificar como las más determinantes al momento de demarcar el margen de conducta que guiará al niño y al adolescente en su futuro. Entre estas últimas se encuentran el maltrato a menores, ya sea físico o psicológico o aún sexual.

El maltrato de menores

Como adelante, el maltrato es uno de los factores más destacables que inciden en la criminalidad minoril y es específicamente el maltrato de referencia el que más perjudica al niño, al hablar de maltrato de referencia nos referimos al que sufre el menor en su propio hogar. El mismo puede ser físico, psicológico o aún sexual, que generalmente se da por parte del padre (termino que abarca en este caso a ambos progenitores) y el que deja más secuelas.

Así como la consolidación de la familia, es el mejor referente que tiene un niño para el desarrollo intregral positivo de su vida, los "maltratos" resultan provocar inversamente un resultado negativo en esa posibilidad de desarrollo pleno como ser humano, incluyendo aquí no sólo su estabilidad individual, sino como componente del grupo social.

Pero el tema no se cierne únicamente al maltrato típico que se observa en los estratos sociales más bajos, sino que abarca a todos sus estamentos. La diferencia radica en que, en muchos casos, en las clases altas el maltrato es más sutil y por ende pasa más inadvertido, ya que aun en los estratos más altos, donde por lo general se pretende de los hijos lo mejor, lo cual debe regir su comportamiento a lo largo de toda su vida, el "cuit" está en como se le impone y exige a dichos menores el cumplimiento de tales comportamientos los cuales deben evidenciarse en el propio hogar.

Donde hay violencia hay inseguridad y ello puede llevar a consecuencias que pueden ser en algunos casos aun peores, como por ejemplo que el menor abandone el hogar y termine en el camino del delito.

Respecto de esta preocupante situación en nuestro país...

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