Puso una pista de aterrizaje en su quinta de fin de semana y luego vivió de eso: la historia de El Pájaro, el legendario avión de la zona sur del Conurbano

Osvalo Guerrero hijo junto a El Pájaro

"Vecino, te pedimos por favor, mejor quedate en casa" , se escuchó un día de julio de 2020 en el cielo de la zona Sur del Gran Buenos Aires cuando todo era silencio, en medio del aislamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus. Si bien ese mensaje podía parecer apocalíptico en esa circunstancia, para algunos fue una suerte de alivio, ya que en un mundo en el que todo se había vuelto extraño, algo volvía a sonar familiar. Ese día volaba El Pájaro, la avioneta de publicidad cuyo eslogan conocen de memoria miles de bonaerenses y que fue creado por un apasionado del aire que hace 40 años construyó una pista en su quinta de fin de semana y hoy es el aeródromo municipal de Florencio Varela.

A dos años de ese pregón y en consonancia con un mundo que vive una nueva normalidad, el avión retomó su tarea de promocionar ofertas en carnicerías; la llegada de los circos; búsquedas de mascotas y objetos tan particulares como dentaduras postizas; también volvió a dar mensajes de amor, a pesar de las consecuencias; y otros recados aún más curiosos que incluyen cargadas entre hinchadas de fútbol y el esparcimiento de cenizas sobre estadios.

" ´El Pájaro, el avión que mejor se escucha´ es nuestro eslogan desde los ´80. Cuando estoy con la camioneta de la empresa me tocan bocina y me lo cantan desde los otros autos. Somos un clásico… Ojo, también me insultan los que dicen que no los dejamos dormir la siesta los domingos", cuenta a LA NACION Osvaldo Guerrero hijo, desde el aeródromo, un día de pleno sol y viento constante.

Osvaldo padre, oriundo de Lanús, fue quien comenzó con la empresa familiar, pero antes tuvo una historia ligada a la aventura : de joven fue campeón argentino de motocross representando a la marca de motos italiana Gilera. Le decían Mandrake, como el mago de la tira cómica de los ´30, por las piruetas que podía hacer. Más adelante hizo el curso de piloto comercial para volar por puro hobby alquilando avionetas. Además, en algún momento unió su amor por las carreras y el vuelo cuando transmitió Turismo Carretera desde el aire. Sí, también le gustaba locutar.

"Mi viejo era un apasionado de los deportes con cierto riesgo, que dieran adrenalina. Le gustaban mucho las motos y tenía locura por volar ", explica el joven Osvaldo, de 27 años.

Lejos de esos tiempos, ya con una familia de cuatro hijos, un niño y tres niñas, junto con su esposa Alicia Martínez, Osvaldo padre hizo de su hobby un trabajo cuando comenzó a pilotear como taxi aéreo y llevaba a los compradores de hacienda a los remates del interior. Más tarde, compró un avión chico y comenzó a hacer publicidad aérea.

El Pájaro y su logo

" Quiso llevar su pasión a una forma de sustento familiar. En el ´85, con mi mamá, compraron el primer avión y este campo. Hicieron una pista provisoria y luego, la que hoy está en uso. Les iba muy bien. Vivíamos en Avellaneda y nos veníamos los fines de semana, era como la quinta del campo, pero con un avión ", cuenta Osvaldo.

En 1989 las Fuerzas Armadas inspeccionaron la pista y la habilitaron como un aeródromo de uso público con el nombre de El Pájaro . Si bien se encuentra en un predio privado, las escuelas de vuelo pueden ir hasta allí a practicar despegues y aterrizajes, y los particulares pueden utilizar la pista con sus propias naves cuando lo necesiten. El único requisito es firmar un libro en el que se deben asentar los vuelos. Allí no hay torre de control, como en muchos otros aeródromos, no obstante, una de sus hermanas es controladora de vuelos.

"Hay varias empresas de publicidad aérea en la zona, pero somos los únicos con aeródromo propio ", suma Osvaldo sobre el emprendimiento que debe su nombre a que su abuela paterna se apellidaba Vogel, que en alemán significa pájaro.

Un aeródromo entre la ciudad y el campo

El predio desde donde parte El Pájaro se encuentra a 10 minutos del centro de Florencio Varela y linda con una zona rural de malezas, árboles añosos, un basural y algunas casillas. En el campo donde se encuentra la pista municipal de un poco más de 2 kilómetros, hay un hangar que alberga a cuatro aviones, y una construcción pequeña, humilde, de una planta y paredes blancas donde la familia Guerrero Martínez disfrutaba de los fines de semana y en donde los días hábiles funcionaba el centro de operaciones del emprendimiento...

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