Proyecto pantano: al rescate de un raro ciervo anfibio que habita en el Delta

Tras dejar atrás el puente de Zárate, a sólo 40 km del Obelisco, son apenas pasadas las ocho de la mañana cuando llegamos a los dominios de una rareza zoológica: el ciervo de los pantanos, uno de los tres anfibios del planeta y el mayor ciervo autóctono de América del Sur.

Alguna vez esta especie, perteneciente a una estirpe exclusiva que incluye sólo al barasingha de la India y Nepal, y al ciervo acuático chino, se distribuyó desde el sur de la Amazonia hasta los bañados costeros de la región pampeana. Pero según la última estimación, en 2000 quedaban en el Delta menos de 500 ejemplares.

Para alejar el fantasma de la desaparición de esta especie emblemática de los humedales, investigadores del Conicet y del Inta acaban de lanzar una iniciativa sin precedente, el Proyecto Pantano.

"Se trata del primer esfuerzo integral y multidisciplinario para conservar una población completa generando información que permita planificar el desarrollo sostenible del Bajo Delta, impulsar protocolos forestales más amigables con la conservación, definir corredores ecológicos, guiar actividades de restauración de la vegetación; en suma, diseñar una estrategia de conservación trabajando con productores y empresas forestales", explica Javier Pereira, ecólogo, investigador del Conicet en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y director de este progama financiado por el Banco Mundial.

Aquí, en las 10.000 hectáreas cuadradas de la plantación de sauces y álamos de Arauco Argentina, y en los campos de una treintena de pequeños productores, siete equipos científicos (entre los que también se cuentan veterinarios de la Fundación Temaikén y de la Universidad de California) trabajan en campo simultáneamente para estudiar la densidad poblacional, la distribución genética, los hábitos nutricionales y otros aspectos desconocidos de la biología de estos ciervos considerados los más bellos de esta parte del mundo, a tal punto que de ellos escribió Marcos Sastre que parecen criaturas destinadas a "hermosear y dar vida a la soledad de las selvas".

Pereira conduce una camioneta 4x4 y avanza lentamente por los caminos que atraviesan el pantano, literalmente abriéndose paso entre nubes de mosquitos y siguiendo las indicaciones de Roberto Landó, ingeniero agrónomo que tiene a su cargo la plantación de salicáceas.

Isleño de quinta generación y naturalista de corazón, Landó trabaja en la empresa desde hace 40 años. "Estoy desde la primera plantación -cuenta-. Lo que...

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