La primera piel del personaje

El pasado 5 de febrero esta columna evocó a Harold Pinter a raíz de un programa dedicado por Film y Arts al dramaturgo inglés, al cabo del cual se vio una magnífica versión de su última obra, Celebration. El martes de esta semana, por el mismo canal, asistí a otra visión de la misma pieza, esta vez en catalán, en una producción del Teatre Lliure, de Barcelona. Este programa ?uno de los siempre excelentes documentales de Televisión Española? no trataba específicamente de Celebration, sino de cómo vestirla; el tema era la importancia del vestuario en una puesta en escena.La mayoría del público suele no reparar en la ropa que llevan los actores, salvo en el caso de una diva famosa que ostente una colección de modelos espectaculares. Se da por sentado que el vestuario corresponde a lo requerido por el personaje: su época, su condición social, su manera de ser, su edad, su carácter. Hasta es posible destacar la bondad o la maldad de cada cual por su vestimenta: la vampiresa será identificada por su perverso ropaje, así como la madre abnegada por el suyo.Se ignora, en general, cuánta cultura, cuánta destreza artesanal y cuánta sensibilidad artística se necesita para vestir adecuadamente un espectáculo. Y no es más fácil...

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