Cuando en política se corta la mayonesa

Imponderables. Así llamaba la vecina chusma a las cosas impredecibles que pasaban en aquel barrio de la infancia donde las tardes se vivían tomando mate, en la vereda. Lo imponderable para ella era lo absolutamente excepcional. No cualquier asunto. No era mujer de asombrarse por pavadas. Lo imponderable era una catástrofe, una eventualidad no exenta de riesgos, una jugada sucia del azar.Se llamaba Berta, pero le decían "Ponde". No hace falta explicar por qué. Se había ganado el mote. Cuando ella calificaba un suceso de imponderable, era el fin, el apocalipsis.Después, Berta se vino grande y empezó a conceder matices. Ni lo negro le parecía tan negro ni lo blanco tan puro. Siguió hablando de imponderables, pero se lo achacaba a cosas cotidianas: una estufa que no encendía; el octavo hijo varón de la sobrina obsesionada en seguir "buscando la nena"; la muerte de Capitán, el caniche con ínfulas de rottweiler, o la mayonesa, de la que empezaba a aceptar que se cortaba por el mal estado de los huevos y no porque alguien la hubiera mirado fijo.Berta partió antes de que la política empezara a ser una suma de imponderables. Y mucho antes de que esas excepcionalidades se potenciaran por las redes sociales. Ni qué decir de la era de las fake news. De haber escuchado hablar de ellas las hubiera confundido con el Fanci-Full, aquel "matizador instantáneo para el cabello" con el que intentaba disimular sus canas, allá por los 70.Algunos de los que la conocimos nos entretenemos imaginando qué pensaría Berta de la Argentina de hoy, de las crisis a repetición, de los espejismos políticos, del transfuguismo electoral, de los chamanes que ofrecen soluciones mágicas. Acaso, de la grieta y de los cavadores compulsivos para que el pozo divisorio nunca se tape porque, abierto, da más ganancia que pérdida política.Hay quienes dicen que la campaña 2019 todavía no arrancó. En lo formal, es cierto, pero nadie podrá negar que muchos dirigentes hace rato que vienen ensayando su puesta en escena electoral. El stand-up del peronismo es, como siempre, el más activo. Es un escenario de mil puertas donde los que entran por una salen por otra y vuelven a entrar por cualquier abertura que les muestre alguna mínima posibilidad de retomar el poder y, con él, el manejo de la batuta, la distribución de cargos y el látigo parlamentario y judicial. Es un número importante de actores y, juntos, componen un elenco atractivamente fuerte. Tanto, que no pocos de los que habían abjurado...

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