El polaco que logró conquistar Alemania

Salió hace unos días el primer libro póstumo de Günter Grass. Con toda seguridad habrá muchos más. Éste se llama Vonne Endlichkait, que podría traducirse como De la finitud, aunque sería necesario recrear la ortografía con la que Grass imita el habla coloquial. Ya habrá ahora mismo algún traductor atareado en esos problemas. Lo mejor que podría pasarle a Grass es que ese traductor fuera de nuevo Miguel Sáenz (nuestro Grass como nuestro Thomas Bernhard son los de Sáenz). Lo peor que nos pasa a nosotros es que ese libro de relatos breves, poemas y obra gráfica no tenga el crítico que se merece: Marcel Reich-Ranicki. Por desgracia, el crítico por excelencia de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XX murió antes, en 2013.

Reich-Ranicki era el más temido, el mejor, el más incorruptible. Cuando salió Es cuento largo, Reich-Ranicki hizo para Der Spiegel una crítica que adoptó la forma epistolar. "Querido Günter Grass", empezaba la carta, cuyo título (¿ardid del editor periodístico? No lo creo) era una frase in medias res: "...y debe ser dicho". ¿Qué era lo que debía ser dicho?

En realidad, Reich-Ranicki citaba a Theodor Fontane para quien una de las cosas más difíciles de la profesión consistía en pronunciarse críticamente sobre un autor de esos que se llaman "consagrados". Aun en esos casos no había callar: si el libro es malo, es malo. Después vendrían los acentos o las mitigaciones. Pero lo primero era fijar la posición. No fue otra la situación de Reich-Ranicki, que, como si la carta no resultara suficiente, rompía con la cara desencajada un ejemplar del libro. "¿Tiene enemigos?", le preguntaron una vez. "Muchísimos -contestó-. Es parte de mi oficio."

Reich-Ranicki había conocido a Grass en octubre de 1958, en una lectura pública que el segundo hizo de dos capítulos de El tambor de hojalata. La amistad, si se la puede llamar así, fue difícil desde el principio, con ese tipo de dificultad que define las relaciones entre artista y crítico.

Ya desde el principio, hubo alguna que otra fricción. Por ejemplo, también a fines de los cincuenta, Grass le preguntó: "¿Qué es usted realmente? ¿Polaco, alemán o qué?" Esto lo cuenta el propio Reich-Ranicki en su autobiografía que tituló sin rodeos Mein Leben (Mi vida). Agrega que el "¿o qué?" introducía una tercera posibilidad. "Respondí...

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