Podemos se desinfla al ritmo de la desilusión griega

MADRID.- Hace nueve meses, Pablo Iglesias se subía a una tribuna y clamaba: "El cielo no se toma por consenso. Se toma por asalto". Más de 110.000 personas acababan de elegirlo secretario general de Podemos: el sorprendente movimiento de los "indignados" se convertía en partido político, lideraba las encuestas y prometía un "fin de régimen" en España.

Cuando, hace unas semanas, ganó las primarias de Podemos para ser candidato a la presidencia, Iglesias evitó cualquier acto triunfal. No son horas de euforia. Esta vez apenas 40.000 afiliados se movilizaron para votarlo, su liderazgo desata amargas divisiones en la izquierda y los sondeos muestran cada vez más utópico su sueño de gobernar el país.

Cuatro consultoras publicaron en los últimos días estudios que colocan a Podemos en tercer lugar, lejos del Partido Popular (PP) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El bajón es sostenido desde principios de año, pero tuvo el escalón más profundo en julio, a partir de la desilusión de Syriza en Grecia.

Iglesias había apoyado sin dudar la rebeldía del primer ministro Alexis Tsipras contra las políticas de austeridad europeas. El pacto que finalmente evitó la salida de Grecia del euro, sostenido en durísimos recortes sociales, descolocó a Podemos.

El PP y el PSOE ligaron a Iglesias con el fracaso griego, que incluyó semanas de corralito bancario, un referéndum desafiante y una claudicación a último momento ante el rigor ortodoxo de Alemania.

"La política es abyecta -responde el profesor universitario Iglesias, de 36 años, cuando le preguntan por la «rendición» de Tsipras-. No le quedaba otra salida. Era muerte o muerte."

Pero, internamente, Podemos digiere el traspié. Iglesias está convencido de que su partido debe escapar de la radicalidad y de la rigidez ideológica para pescar entre los votantes de centro que se sienten hartos de la política tradicional, la corrupción y la desigualdad.

Insiste en que "España no es Grecia" y suaviza su propuesta de restructurar la abultadísima deuda española.

En gran medida por esa lógica se niega a aceptar una alianza de izquierda como la que integró su partido en las recientes elecciones municipales, en las que esos frentes de "unidad popular" se alzaron con el gobierno en ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza y La Coruña.

El sector de Iglesias cerró toda opción a competir en las presidenciales con otra marca que no sea Podemos. No quieren intrusos que se metan en su estrategia.

El portazo derivó...

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