Un peronismo de caras y caretas

Porfía la realidad en trabajar para la alegoría; insiste el kirchnerismo en escribir renglones antológicos de la literatura. "¡Vamos a Venezuela!", les rogaban el martes los emisarios de Máximo a doce barones que habían dejado de ser apóstoles, que permanecían atrincherados a pocas cuadras y que, abruptamente asqueados por la Armada Brancaleone de la Pasionaria del Calafate, se sentían emboscados y se negaban a sumarse a esa obra de falsa unidad que se representaba en la calle Venezuela y en las bolivarianas tablas del teatro Caras y Caretas. Esa función de gala no terminó nada bien, aunque nadie sabe si los remisos y los horribles no acabarán abrazándose cariñosamente en la campaña: todo sea por los porotos. Las convicciones políticas son como la virginidad; una vez perdidas, no vuelven a recobrarse, decía el intelectual español Francisco Pi y Margall. Los culpables de la debacle bonaerense se proponen ahora para reconstruir la provincia, así como quienes destruyeron la economía, se ofrecen a sacarnos del atraso. Máximo y su madre, que no pueden caminar por las calles de Santa Cruz, intentan comprar con encuestas en La Matanza su libertad ambulatoria. Basculan, esta vez sin caja, entre la amenaza y el engaño, y hay intendentes de la confusión que son envases vacíos: han perdido la memoria y la identidad, y les da aproximadamente lo mismo ser tirios o troyanos. Esos muchachos encargan sondeos todos los meses para ver con quiénes se quedan. Se miden con Macri, con Massa, con Randazzo y con Cristina. Es una suerte que no se midan con Mussolini, porque correrían el riesgo de convertirse rápidamente en fascistas italianos.

El vocablo "renovación" se ha puesto de moda, pero de un modo banal y equívoco, y es utilizado hasta por La Cámpora: nosotros somos la "renovación generacional", afirman quienes sólo buscan radicalizarse. Los peronistas deben hacer un mea culpa, porque hasta ahora el único error que admiten es haber perdido. Sin una autocrítica pública y sin su consiguiente repudio a los "herminios" de la fase anterior, será difícil que los votantes entiendan qué los diferencia del cristinismo: la doctora parece tener un modelo de país en la cabeza (Venezuela); sus oponentes, en cambio, deambulan sin brújula ni discurso.

Un Manual de la Restauración Peronista no podría obviar el principal conflicto que asoma en Occidente: los herederos de Perón, ¿seguirán jugando en el equipo del "antisistema" o ayudarán a formar un nuevo sistema político que...

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