Un peligroso diálogo de sordos

MADRID.- La huelga general de ayer, a tan sólo 97 días del inicio de la gestión de Mariano Rajoy, respondió a una también temprana decisión del presidente de llevar adelante una reforma laboral mucho más amplia de lo esperado, incluso, por muchos votantes del Partido Popular (PP).El gobierno y los sindicatos no sólo coincidieron en la precocidad de las medidas que tomaron en medio de la crisis más profunda que vive España en las últimas cuatro décadas. Ayer, tanto los líderes de las multitudes movilizadas en las principales ciudades del país como el inquilino del Palacio de la Moncloa afirmaron representar la voz de la sociedad.Una voz que, al pronunciarse ayer en las calles y el 20 de noviembre pasado en las urnas, ya no parece tener un dueño definido, ni un único interlocutor.Por un lado, el gobierno de Rajoy, ese mismo presidente que reconoció hace dos meses que temía un paro general en su contra, se esfuerza por mostrar ante la opinión pública una firme convicción de que su poder no sufre desgaste alguno.Esa voluntad es ratificada por el propio Rajoy y sus colaboradores a diario, con una insistencia que cada vez se hace más necesaria a raíz de la creciente demanda de respuestas de la población. Pero, sobre todo, también a partir de la insaciable hambre de certezas y soluciones que rezuma la Unión Europea (UE) ante la necesidad de sacar a España de las cercanías del abismo.En esta batalla por el apoyo popular, Rajoy apela a la coherencia como su principal arma. La coherencia, dice, se encuentra en el apego a sus propias promesas de campaña, que ven en las medidas de ajuste el camino indicado para salir de la...

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