El patriotismo despótico

La reaparición de la presidenta Cristina Kirchner trajo dos buenas noticias. La primera fue la reafirmación de una voluntad de diálogo pacífico con Gran Bretaña sobre la cuestión Malvinas. La segunda, la difusión, por primera vez pública, del Informe Rattenbach. Frente a lo que podría haber sido una escalada verbal, se adoptó el más firme y modesto camino de la sensatez. ¿Por qué se ha tardado treinta años para que el Estado diera a conocer el Informe Rattenbach? Malvinas es un absceso envenenado de la sensibilidad patriótica nacional. Hagamos un poco de historia.

En abril de 1982, el país consumía el alucinógeno del patriotismo despótico, cuya visión era "Ya ganamos", en la que se mezclaban la bravata y el desconocimiento. Celebrityland estaba a sus anchas. Después de años de entonar el estribillo de la dictadura -"los argentinos somos derechos y humanos"-, muchos "famosos" (periodistas incluidos) se emocionaban por una causa buena. En las kermeses televisivas se donaban joyas para la gran guerra en la que "nuestro ejército" (el mismo que había exterminado a miles) se cubría de gloria en el Atlántico Sur. Alrededor del Obelisco, pacíficas mujeres tejían para los soldados. En las escuelas, los chicos escribían conmovedoras cartitas, destinadas a los paquetes de provisiones y de regalos (muchos de esos paquetes se encontraron luego en la reventa). En Plaza de Mayo, Galtieri, rodeado de una multitud, se entregaba con desparpajo a la exaltación del machismo belicista. Fue una borrachera: "Si quieren venir que vengan -dijo-, les presentaremos batalla". Parecía una novela latinoamericana de dictadores. Aunque, si pensamos en la literatura, fue la novela de Fogwill, Los pichiciegos , la que dio la versión más realista de la guerra. Para leer hoy en el colegio secundario.

Flamearon los pañuelos blancos de las Madres con la curiosa leyenda "Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también". Casi sin excepciones, lo que quedaba del peronismo setentista y la izquierda se hizo malvinero, con la descarrilada ilusión de que se ganaba la guerra y, acto seguido, se cambiaba el fusil de hombro y se pasaba a desalojar a la dictadura. Muchos exiliados querían participar y hubo para todos los gustos, desde documentos y foros hasta planes para embarcarse hacia las islas desde algún aeropuerto latinoamericano, como si eso fuera posible. En Plaza de Mayo se agitaron más banderas argentinas que durante el Mundial del 78, un récord difícil de empatar y que...

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