TC: 75 años de pasión

La búsqueda permanente de desafiar el paso del tiempo es una constante en la historia de la humanidad. Superarase con el registro temporal como parámetro y anhelar vencer al inexorable ritmo del tiempo. En el derrotero de la historia, que marca la significancia en distintas culturas del posicionamiento de los más veloces, desde los griegos y sus Juegos hasta los pueblos originarios de América, también aparecieron invenciones formidables. Y una de las más relevantes fue la máquina que se trasladaba de manera autónoma: a fines del siglo XIX apareció el automóvil.Pese a las modificaciones técnicas y a la masificación de ese aparato que deslumbraba por su capacidad movilizadora, aquel ancestral anhelo de vencer al tiempo jamás desapareció. Y de esa conjunción se originó una de las grandes pasiones: el automovilismo deportivo.La Argentina cuenta con el orgullo de cobijar a la categoría más añeja del planeta aún en actividad, según acredita el Libro Guinness de los Récords. Esa disciplina que desafió terrenos, mapas y lugares desconocidos por el gran público en épocas en las que la globalización apenas era esbozada en pensamientos de intelectuales. Sobre ese terreno inhóspito nació y creció el Turismo Carretera, una disciplina que supo vencer los límites de la actividad deportiva para compartir sitios de una sociedad que la adoptó como parte de sus grandes pasiones.El Turismo Carretera fue federal cuando ni siquiera se conocían bien los límites de una Argentina que todavía se estaba descubriendo. Sus primeros pilotos, que recorrían una geografía virgen a bordo de verdaderas joyas mecánicas, fueron centauros de una aventura que transitaba regiones que apenas cinco décadas atrás habían sido adoptadas en la Conquista del Desierto. La década de los años 30 marcó la confirmación de los Grandes Premios, competencias magníficas que se desarrollaban sobre miles de kilómetros uniendo un país tan extenso como rico.Esa federalización del TC adoptó el rápido orgullo de poblados del interior del país, que se reflejaban y tomaban trascendencia gracias a la representación obtenida por algún piloto del lugar, o simplemente porque ese sitio era el paso obligado para abrir o cerrar alguna etapa de esas épicas competencias nacionales.El piloto, la marca, el pueblo que apoyaba a su gran representante, tenía en el TC una caja de resonancia formidable para la época. Los relatos radiales, esos que inspiraron la imaginación de tantos jóvenes que cerraban los ojos para imaginar el paso...

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