'Fue como pasar la noche en una hoguera'

"Hace 15 años que voy a fiestas electrónicas multitudinarias, pero jamás estuve en una en la que todos padecieran tanta asfixia y calor agobiante, se hacinaran cuerpo a cuerpo y faltaran la ventilación y la refrigeración como en Time Warp en Costa Salguero. El comentario esa noche era unánime: «¡Podrían haber puesto al menos ventiladores industriales! Porque estar ahí era infrahumano»."

El que habla en forma reservada es Andrés, un agente de marketing de 36 años que trabaja en una multinacional y que el viernes pasado fue con cuatro amigos a la fiesta que culminó en tragedia.

Frente a LA NACION, Andrés describe: "El lugar estaba completamente desbordado y sobrevendido. Lo sé porque en el mismo lugar fui a la fiesta Moonpark y no veías esa cantidad de gente. Pero lo realmente increíble fue la falta de ventilación y el calor, lo que te obligaba a ir al baño y mojarte la cabeza para bajar la temperatura corporal y no desmayarte. Porque la venta de drogas adentro es algo usual: a los dealers ya los conocés; son siempre los mismos, y el precio y la calidad de lo que venden varían según la cara del comprador. La venta de drogas en las fiestas electrónicas es algo que está naturalizado. El viernes, por ejemplo, el éxtasis se vendía a $ 250 (promedio). Aunque la gente con algo de experiencia nunca adquiere ahí lo que consumirá, y eso a pesar de que el 90 por ciento de los que van a fiestas electrónicas algo «toman», pero se compra antes".

Sebastián pagó $ 550 por la entrada a Time Warp y se encontró en la puerta con Andrés y otros tres amigos. Tras el ingreso caótico -sin cacheo, afirman, y con numerosas corridas que derribaban las vallas como en los partidos de fútbol-, el grupo, adentro, se dispersó.

Mientras Andrés y Sebastián se acomodaron abajo, en el sector general ("la ropa empapada, aún sin bailar y sin circulación de aire"), a los otros dos amigos los invitaron arriba al VIP. Ese acceso se allana al pagar $ 16.000 por una mesa para 10 personas.

Si bien ellos no estaban tan hacinados, el calor y la falta de aire fueron la constante en la noche. "Observábamos desde arriba la pista, y el mar de gente era tal que el que quería bailar abajo no podía hacerlo", contó Ezequiel, otro de los integrantes del grupo.

Los cinco se quedaron hasta el final y todos -sin excepción- se retiraron a las 6.15 con la sensación de haber pasado una noche en una hoguera: como si hubiesen sido rehenes en una olla a presión, en la cual era difícil respirar, comprar...

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