La ola de la intolerancia

SIEMPRE me pareció que Fito Páez, como buen artista, tenía incorporada una antena sensible que le permitía sintonizar con pulsaciones secretas de la sociedad para transmutarlas en canciones. Muchos de sus temas son tanto formas de una particular belleza como gestos de una catarsis personal que buscan conjurar fantasmas inasibles pero ciertos, espectros que laten en los sótanos de la vida cotidiana y que aún nadie ha sabido nombrar. En este sentido, resulta emblemático el disco Ciudad de pobres corazones , una obra áspera y dura de 1987 en la que el músico, a partir de una tragedia familiar y privada (el asesinato de su abuela y su tía abuela en Rosario), cifró la larvada violencia social y pública de una Argentina que se encaminaba hacia la hiperinflación y la década menemista. Hay en ese disco un grito visceral, desgarrado, tamizado sin embargo por las formas del arte.Ahora, Fito ha dado otra muestra de honestidad brutal con la http://www.lanacion.com.ar/1388964-fito-paez-da-asco-la-mitad-de-buenos-aires tras el triunfo de Macri, en la que se lamentó de que la ciudad quiera "un gobierno de derechas". Tan visceral como antes, aunque esta vez sin arte, escribió frases que levantaron una polvareda que aún enturbia el aire que respiramos: "Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo". Lo primero que se atina a pensar ante esta manifestación de desprecio es que esa antena sensible que porta Páez le jugó una mala pasada y lo llevó a decir de manera explícita y casi pornográfica ("no quiero eufemismos", proclama en la misma columna) lo que muchos vienen diciendo sin decirlo, antes y después del triunfo de Macri en la ciudad.¿Acaso no destila, desde hace rato, el mismo desprecio la prosa y el verbo de muchos de los periodistas encolumnados detrás del Gobierno? ¿Acaso no derrapan en la misma actitud muchos intelectuales oficialistas cuando se trata de defender su verdad? ¿Y acaso no expresa soberbia, desprecio e intolerancia la palabra y los gestos del mismo gobierno, incluida la Presidenta? Periodistas militantes, intelectuales kirchneristas y funcionarios oficialistas habían llevado estas actitudes hasta extremos impensables, pero revistiéndolas, a veces con éxito y a veces de manera burda, de un barniz discursivo o institucional destinado a preservar las apariencias. Ahora los dichos de Páez -que provocaron, en los foros online, reacciones de una violencia simétrica- han venido a romper los diques y son la cresta de una ola vasta y...

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