La obra de teatro subterránea que se convirtió en un fenómeno global

La historia del espectáculo Un poyo rojo tiene algo de contracara de esos relatos de emprendedores que de la nada pasan a una fama con buena billetera y reconocimiento internacional. Es que, más del reconocimiento logrado, ninguno de estos tres creadores del espectáculo que se la pasa girando por el mundo con un éxito enorme se la cree.Expliquemos un poco de qué viene esto: nació como un número de varieté a cargo de los bailarines Nicolás Poggi y Luciano Rosso, pareja en aquellos tiempos, cuyo punto de partida era la riña de gallos, el pavoneo y el cortejo entre dos aves. En algún momento sumaron a Hermes Gaido para que ordenara el caos y fue él quien sumó elementos de la danza y del teatro. El estreno fue en abril de 2008 en la desaparecida sala Pata de Ganzo. No tuvieron prensa ni crítica ni nada de esas cuestiones. Aquello sucedió en los márgenes del off, circuito siempre encendido en términos de creatividad y capacidad de gestión.Es Luciano quien cuenta la (pre)historia de esta historia: "Un subsidio de Prodanza de 8000 pesos nos sirvió para comprar un locker usado y alguna ropa de feria americana. También le pagamos a Pedro Canale para que nos haga la música que justo antes de estrenar fue reemplazada por una radio en vivo porque nos permitía saborear mejor el riesgo de la escena".Al año hubo cambio en la granja: se fue Nicolás y entró Alfonso "Ponchi" Barón. Se habían conocido en Tecnópolis. Hermes y Luciano venían de Choque Urbano y Urraka!. Ponchi estaba en La idea fija, la obra de Pablo Rotemberg, y el Combinado Argentino de Danza. En el Teatro El Perro, de Chacarita, Un poyo rojo hizo 8 temporadas. Eso era fiesta con gente que llegaba a un teatro ubicado en una esquina que ni tenía un cartel identificador. Eso era energía expansiva de un lado y del otro de la famosa cuarta pared. Lo que ponían (y ponen) el cuerpo en escena presentaban la obra de este modo: "En un camarín de deportistas dos hombres participan de un hilarante ballet. Dos chicos entran ahí, examinan sus casilleros, se miran de reojo el uno al otro. Largos y delgados, secos y musculosos, se examinan y se juzgan. Dos gallos antes de la batalla. Ni un solo texto, ni música. Miradas, una pequeña radio, y finalmente la pelea. Una danza frenética, una competencia deportiva, una pelea de perros".Enterados por amigos en común del fenómeno poyo en El Perro, una de esas noches cayeron dos productores franceses que viajaron hasta acá para ver de qué se trataba todo esto. A los...

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