La novela policial está de moda

PROVIDENCE, Rhode Island.- Pasar el tiempo entre discusiones sobre la estructura de la novela policial, que ha vuelto a estar de moda con éxitos mundiales de la resonancia de los suecos Henning Mankell y Stieg Larsson y una nueva generación de autores anglosajones y latinos, no sólo acicatea la imaginación y el razonamiento; también es una ventana para asomarse al costumbrismo social y al abismo de lastimosos fenómenos políticos. ¿No suscitan esos fenómenos la misma perplejidad que confesaba Jorge Luis Borges, gran antólogo de cuentos policiales, ante las obras maestras del género?La Sexta Conferencia Internacional sobre Estudios Transatlánticos encontró en la Universidad de Brown, bajo la guía del escritor peruano Julio Ortega, un ámbito de estudiantes, profesores y autores dispuestos a correr velos en el mundo de misterios y renuencias de Edgar Allan Poe, los prolíficos Agatha Christie y Georges Simenon, G.K. Chesterton o nuestro Manuel Peyrou. Todos sabían, de antemano, que en la novela policial las preguntas que se contestan no hacen más que abrir espacio a sucesivos interrogantes, hasta que llega la demorada resolución final. Como en todo, perseverancia y fortuna en la lectura.Nadie se desaliente con los intríngulis y regateos de cada página policial. No se desalentaba Borges por transgresiones a la cortesía que debería en otros casos esperar el lector: "Haber descubierto un problema no es menos admirable que haber descubierto una solución".Entre los disertantes en Brown figuraba Sergio Ramírez, vicepresidente de Nicaragua en los albores del gobierno sandinista, y ahora una suerte de perseguido político del presidente Daniel Ortega. Para Ramírez el fin de la revolución y el fin de los sueños guerrilleros llegaron en 1990.Constituyeron fracasos ante los que el carácter indómito de Ramírez redobló entusiasmos en el escritor que siempre fue. Ha aportado al género policial una de las obras celebradas en la literatura latinoamericana de los últimos años, El cielo llora por mí . En esas páginas, teñidas del humor negro que ha prevalecido en clásicos en la materia, Ramírez concibe a dos inspectores. Se trata de Dolores Morales y Bert Lord Dixon, que antes que policías fueron guerrilleros. En el desvelo moral de ambos se halla la crítica implícita a los desvíos de la revolución de 1979.Son dos hombres fieles a sí mismos -fieles a lo que han sido siempre-, congruentes con una vida que ahora entregan a combatir al narcotráfico, sus crímenes y negocios. El...

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