No sale del pozo

"Zafamos de una diferencia mayor. Nos superaron en todas las líneas y también nos ganaron en el aspecto físico. Ni posibilidades de rematar al arco tuvimos", fue el crudo análisis de Carlos Ischia. "Nos ganaron por más diferencia de que lo que dicen los dos goles", agregó. En su visión, es verdad, el 0-2 debió haber sido más amplio. Desde la superioridad territorial que impuso Boca hasta la insuficiencia que evidenció Racing para atacar a un oponente permeable en el fondo, tal como había prometido y pregonado el propio DT.No levanta cabeza. Cuando parece que intenta alzarse del piso, rápido y presuroso Racing se sumerge en una versión futbolística que empeora lo anterior. Ayer, con una semana efectiva como técnico académico, Ischia recibió un mazazo a manos de su hermano de la vida. Nada menos que Carlos Bianchi, el hombre que en otra época lo eligió como su lugarteniente, logró que Boca brillara al ritmo de Fernando Gago para hacer añicos ese atisbo de mejoría que la Academia había insinuado ante Lanús.Entonces, ¿cuál es el verdadero Racing? ¿El que mereció vencer al Granate o el equipo deshilachado que deambuló bajo la lluvia de la Bombonera? Racing, por merecimientos propios, es uno y otro.En los días Luis Zubeldía, la rebeldía futbolera de Luciano Vietto permitía soñar con un futuro mejor, pero ahora ni ese talismán cordobés tiene con qué estimularse. Rodrigo De Paul, a priori un socio ideal, en su posición natural de enganche, en ningún pasaje del partido generó juego. Ischia le dio la libertad que no disfrutaba con Zubeldía, quien lo prefería afincado en alguna de las bandas. El 10 perdió todas y cada una de las pelotas que pasaron por sus pies. Fue controlado por Ledesma y Méndez. A destiempo, Gabriel Hauche, el delantero de las mil oportunidades, quedó muy lejos de Vietto. Los volantes de contención fueron superados, sobre todo por los costados. Al margen del alto nivel que mostró Gago, Villar, Pelletieri e Ibáñez facilitaron su labor. Le dieron absoluta libertad para que el hombre de la selección nacional jugara a sus anchas, como más le gusta. Y en el fondo, vale remontarse a una imagen que grafica la carencia de ideas con las que la Academia sucumbió ante el xeneize : un minuto después del gol de Sánchez Miño, el balón llegó libre para el pibe Saveljich, que sin marca ni rivales próximos, revoleó el balón a cualquier parte. En síntesis, regaló la pelota para que Boca continuara taladrando a la Academia. En lugar de jugarla con un...

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