Los mutantes

Resetear, volver a empezar de cero, mutar, cambiar de piel, morir una vez y nacer más, mucho librado al azar, nada librado a la suerte. La historia de Catupecu Machu gira en torno a este concepto de mil palabras. Una banda de nombre imposible y suceso improbable, que siempre viajó a contracorriente de lo que debía hacer y ser. Un grupo intenso y caóticamente ordenado partido a la mitad por una tragedia convertida en motor y esperanza.El sábado Catupecu Machu festejó sus veinte años de transformación constante con un show maratónico, con mucha emoción y una lista de invitados que fue de Lisandro Aristimuño a Zeta Bosio y de Las Pelotas a Massacre. Una autocelebración a la altura de su leyenda pretenciosa y perseverante, que a partir de hoy estará acompañada por la lujosa edición del box set El grito después, en la que por primera vez el grupo repasa sus dos décadas de vida a través de fotografías, volantes, merchandising, filmaciones, un documental y muchas canciones, que llegan para cerrar, una vez más, la cinta de Moebius por la que Catupecu Machu transita indefinidamente.La historia de Catupecu Machu es la de una banda que se llevó puesta a la escena rockera de los años 90 a puro ímpetu, adrenalina y soberbia de trabajo. Es la historia de Fernando Ruiz Díaz y su tozudez por erigirse como una estrella de rock, cueste lo que cueste, con la única condición de no rendirse nunca ni mirar atrás, jamás. Y es la historia, también, de una tragedia reciclada en energía positiva.Desde aquel comienzo en la casa de sus padres, los hermanos Ruiz Díaz –Fernando, el mayor, y Gabriel, el menor– construyeron un camino sin precedente. No eran punks, pero sí recreaban su actitud. No formaban parte de eso que se llamó rock barrial, pero llevaban el barrio en la sangre para nutrir con ello su rock sideral. No respetaban los cánones del rock nacional, pero como nadie tenían impregnado su adn por las canciones de Soda Stereo, los Redondos, Sumo, Spinetta y Charly García. Y con esa combinación crearon un universo propio. Irrumpieron hace veinte años con espíritu salvaje, modificaron genéticamente una y otra vez y hoy continúan buscando su razón de ser, con un lema que ya es un grito después: Catupecu Machu, a morir.El showEufórico, ambicioso, inestable emocionalmente, generoso, egomaníaco y carismático en dosis similares, Fernando Ruiz Díaz condujo el sábado una ceremonia de cuatro horas arriba del escenario del Luna Park que contó con una lista de temas y de invitados soñados...

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