El Mundial, visto por la hija de Dios

Dalma Maradona acaba de reponer la obra La hija de Dios, justo en tiempos de Mundial. No es en un teatro de Río de Janeiro, es en el Cultural San Martín. Allí saca a relucir los textos de este inteligente e irónico biodrama en el cual cuenta, en primera persona, cómo es esto de ser la hija de un señor amado, cuestionado, idolatrado por unos y otros de acá, de allá y de mucho más allá.La obra está a cargo de una actriz en la que la portación de apellido está acompañada por estudio, por horas de ensayo y por una natural manera de pararse frente al público (obvio, nació con una cámara observándola). Durante el trabajo, hace referencia a los tres mundiales que la marcaron.Uno fue el que tuvo lugar en Italia, en 1990, cuando ella tenía 3 años y su padre era jugador. Él perdió la Copa frente a Alemania, cosa que ella nunca olvidó (ni perdonó)."¡Cómo me enojé esa vez! Me había prometido la Copa y me trajo una medalla fea. ¡Se la tiré por la cabeza!", cuenta en la obra. Por teléfono, a minutos del comienzo del partido Brasil-Croacia, agrega: "Yo sé que esa anécdota suena horrible, pero yo no entendía nada. La otra noche, cuando llegué a esa escena, hubo varios que me miraron con una cara de querer matarme; y los entiendo. Pero era rechiquita". La medalla, supone, la debe tener su madre. Dalma nunca reparó demasiado en ese asunto. Claro que en medio de ese campeonato pasó otra cosa significativa: la hija de Dios, por primera vez, gritó "¡Diego!" y no "¡Papá!" cuando su padre, y no El Diego, metió un gol.Cuatro años después tocó Estado Unidos. "En 1994 se cayó mi primer diente y a mi papá le cortaron las piernas", cuenta en la obra. La preparación para ese Mundial fue dura. Fue dura para el padre y fue dura, durísima, para el pelo de sus dos hijas. Durante un largo tiempo estuvieron en La Pampa mientras él se mataba entrenando. En el lugar había poca agua y su madre les lavaba la cabeza con el escaso hilito que salía de la canilla. La larga melena de Dalma era un desastre. "Creo que nos volvimos cuando mi papá estaba flaco, flaco, flaquísimo, y nosotras ya teníamos los pelos como dos nidos de carancho", suelta en la obra. Aquello puede haber durado unos días, pongamos que un mes. En su recuerdo fueron interminables meses. Pero, claro, tenía 7 años. "Fue terrible. Éramos chiquititas y en ese lugar no había nada. Mi mamá trataba de inventarnos juegos, pero no había cómo remontarla", recuerda ahora...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR