Las muchachas de antes no vestían de blanco

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En los placares de esa casa en la que todo se me permite, mi abuela guarda viejos camisones de seda y vestidos que eran de mi madre y que puedo usar para disfrazarme. Ella no tiene los tacos altísimos que suelo robarle a mi mamá o esas botas de lluvia de falso charol que me llegan casi hasta la ingle y aprendí a domar con cierta maestría, solo zapatos de abuela. Dado que es sabido que el satén de seda rosa únicamente puede lucirse con tacos, prefiero descolgar una sábana blanca que se seca en la soga de la terraza y ensayar una suerte de toga. Ato dos puntas sobre mi hombro izquierdo, en la cintura un elástico dorado que encuentro dando vueltas por ahí y me convierto en una diosa griega, o romana. No lo tengo demasiado claro pero definitivamente me parezco a las ilustraciones de esa enciclopedia de historia para niños que me regalaron. Tengo recuerdos de ojearlas en la cama de mis padres, donde me dejan quedarme durante el día si estoy enferma. La fiebre y el sabor amargo del aerosol que me tiran en la garganta son horribles, pero me gusta ver la rutina del día que suelo perderme por estar en el colegio. ¿Qué hace mi madre cuando no es mi madre?

Para completar el atuendo olímpico, sumo unas ramitas de olivo que le saco a mi abuela y descansan ya crujientes junto a algún santo desde la última Pascua. No es grave: pasarán de una deidad a otra, porque para ese momento ya soy una nívea diosa mitológica, hecha y derecha.

Sumada a cierta curiosidad enciclopedista amateur que siempre tuve, nunca descarto la influencia de Hollywood en mi vida, para llegar a la conclusión de que todo lo antiguo era blanco: Roma, Grecia, sus templos, sus columnas, sus estatuas, los trajes de las mujeres griegas, lo que vestía Julio César, et tu, Brute. Parece que no he sido la única muchacha engañada

Sumada a cierta curiosidad enciclopedista amateur que siempre tuve, nunca descarto la influencia de Hollywood en mi vida, para llegar a la conclusión de que todo lo antiguo era blanco: Roma, Grecia, sus templos, sus columnas, sus estatuas, los trajes de las mujeres griegas, lo que vestía Julio César, et tu, Brute . Parece que no he sido la única muchacha engañada.

Julio 19, 1760, Pompeya. Una estatua de la diosa Artemisa es desenterrada. Primer impacto: no es blanca. Las cenizas volcánicas del Vesubio preservaron algunos de los pigmentos que la cubrían. En los detalles se distingue el ocre amarillento en su pelo, un tierra más rojizo para el iris de sus ojos y restos...

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