Marrakech fue San Juan y Boedo

MARRAKECH (De un enviado especial).– Una pasión inexplicable. Eso canta la canción, el delirio del pueblo azulgrana: locura sin estamentos de razón. Hay 8000 hinchas de San Lorenzo que gobiernan el campamento. Ni Real Madrid trae tantos. De frente al escenario, de frente a la TV, en el centro del campo, como si se tratara, por encontrar un paralelismo insólito, al estadio de Argentinos. En ese mismo sitio anida la pasión. Están todos, los mismos colores, las mismas banderas, las mismas canciones que en el Nuevo Gasómetro. También, la Butteler, la barra brava. El magnífico escenario está, en realidad, semivacío. Los marroquíes se rinden a los pies del Madrid y completan la escena. Ni cuenta se dan de San Lorenzo, que tiene su propia bandera: en cada rincón de Marrakech se esconde una camiseta azulgrana. Es la noche en la que, por primera vez, un equipo es local con su propio público.

Es una bomba de tiempo, en realidad. Porque cuando el equipo no reacciona, no se moviliza, la gente entona esa canción del sacrificio, de la presión. "Esta noche cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar", gritan, con furia, durante la primera mitad. "Movete Ciclón movete, movete dejá de joder…", entonan, más tarde. Lo que debe ser un festín liberador, la entrada sencilla para el plato principal, se convierte en una trampa insospechada. San Lorenzo, en la mesa de los galanes, en el Mundial de Clubes, acorralado por el adversario y por su gente. Todo un símbolo.

Hinchas de Israel, de Inglaterra, de España, de Italia. Del delirio, durante los primeros minutos, a la tensión que le transmite el equipo. El público, de a...

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