Macri, ante el espejo de las corporaciones

Hugo Moyano se sorprendió tanto de sí mismo que hizo un chiste para aflojar. "¿Y qué va a pensar Macri de ustedes, que están reunidos con los mafiosos?", les dijo a los anfitriones. La imagen no era habitual: estaba comiendo un asado en la embajada de los Estados Unidos. Era el mediodía de anteayer en el quincho del Palacio Bosch y lo acompañaban varios de sus pares: Juan Carlos Schmid (dragado y balizamiento), Carlos Acuña (estaciones de servicio), Carlos Sueiro (aduaneros), Ricardo Cirielli (técnicos aeronáuticos) y representantes de peones rurales y pasteleros. El encuentro, que había arrancado con una entrada de choripanes y vino, se hacía para darle la bienvenida a Robert Alter como agregado en asuntos laborales de la embajada, pero después derivó hacia otros temas. La política argentina, la gestión de Donald Trump, las importaciones, Corea del Norte.

La broma de Moyano era más estética que conceptual. Si se comparan cosmovisiones, es probable que varios sindicalistas tengan más coincidencias con la nueva administración de la Casa Blanca que con Gustavo Lopetegui o Mario Quintana. Hay, por lo pronto, un desvelo que une a cegetistas y a republicanos y que salió en la charla: la puesta a prueba que representan para las economías domésticas la robotización y la producción asiática. Pero son desafíos que requieren resolver antes un dilema más antiguo y elemental: qué clase de vínculo debe tener un gobierno con los sectores empresariales, sindicales y políticos. Desde esa óptica, los discursos de Trump y de Macri van en sentidos opuestos. Mientras el líder norteamericano pone énfasis en la defensa de la industria de un país cimentado sobre la innovación y la competencia, el presidente argentino dice querer transformar una economía cerrada, poco eficiente y signada por los intereses corporativos.

Cómo pasarán esas intenciones a la práctica no está del todo claro. En la CGT ignoran todavía el rol que les asignará el Gobierno después de las elecciones: si, por lo pronto, ellos serán necesarios frente a la alternativa de corrientes más radicalizadas. "La diferencia entre un gremio peronista y uno de izquierda es que nosotros buscamos soluciones, y ellos, la lucha permanente", definió a LA NACION un sindicalista del PJ. Más allá de que la composición de fuerzas en las cámaras no cambiará del todo en octubre, un Macri envalentonado no será lo mismo que uno obligado a negociar. Y ese destino abarcará probablemente a todo el peronismo. Ya empezó a...

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