Leer es siempre una aventura

Hay una formulación cervantina de abrumadora actualidad. Así comienza Don Quijote de la Mancha: "Desocupado lector". En estos tiempos poco caballerescos, es difícil saber si "desocupado lector" remite al ocio benefactor o a una milenaria exclusión.

¿El "desocupado" es quien dispone de su tiempo o quien ha perdido su empleo (del tiempo)? Vale la ambigüedad para rescatar a la desocupación de su condena laboral. Desocupado, también implica una disposición. Y es seguramente la que buscaba Cervantes para hacer entrega de su magnánima novela.

Hay varios libros de ensayo que indagan en los modos de lectura. Más allá de Alberto Manguel, un clásico bibliófilo, autor de Una historia de la lectura o la propia Historia de la lectura en el mundo occidental , de Roger Chartier y Guglielmo Cavallo, cientos de investigaciones se proponen dar cuenta de esta relación impredecible; la lectura es un viaje sentimental y está en los ojos de cada uno el rumbo escogido. La típica frase "quiero un libro que me atrape" esconde un sentido inverso: el lector es quien atrapa un libro, que quizá yacía polvoriento en una biblioteca heredada o lucía solitario en una librería comercial. Este encuentro, que a veces toma la forma de un rescate, hace de la lectura una verdadera novedad.

El libro de reciente edición, La lectura y sus públicos en la edad contemporánea , de Jean-Yves Mollier, brinda ciertas claves de esta relación y su inserción en el mercado editorial. Uno de los cambios más notables ocurre en el siglo XIX, con el folletín en la prensa, el manual escolar y el auge de la novela popular en las bibliotecas, para luego dar lugar a la literatura y la prensa...

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