Sueños infantiles que se empiezan a afinar en Do

AutorLuis Paz

ONICA.ORG trabaja con chicos en situacion de riesgo

En la fundación creada por el músico francocanadiense Levy Bourbonnais, el instrumento principal es la armónica, que los pibes aprenden a tocar y a querer. El proyecto es la obsesión de un artista que vendió todo lo que tenía para entregarse al trabajo social.

Ver a un pibe correr cuesta abajo por los pasillos de una villa tiene múltiples sentidos e implicancias con los que los creativos detrás de los avisos publicitarios de Puertas Pentágono se podrían hacer un festín. Parados desde aquella óptica, si se confeccionara una lista, sería extraño que el pibe que corre hacia aquel montículo de tierra, neumáticos y residuos, el sitio más alto de una villa en Unquillo, lo hiciera para que un francocanadiense le enseñara a tocar armónica. Pero el destino es real, es el certero cruce entre el camino de Levy Bourbonnais, que vendió sus pertenencias y emprendió una cruzada en Latinoamérica para acercar a niños y jóvenes al instrumento, y otra cruzada con pulso local: la de los habitantes más pequeños de los barrios más postergados por reinsertarse en una sociedad que los separó y sacó de todo lugar.

La idea original del proyecto, que tomó forma real en una fundación y forma virtual en el sitio Onica.org, surgió a partir de un intercambio de Bourbonnais, licenciado en jazz performance con armónica en la Universidad McGill (Canadá), con su amiga Josselyn Alvarado, relacionada por su trabajo social con instituciones civiles cubanas. A partir de aquel diálogo surgió la primera posibilidad práctica de realizar un taller de armónica en La Habana, en 2005, en colaboración con La FabriK y el conservatorio Amadeo Roldán.

En 2006, la iniciativa intervino en la realidad de un grupo de niños de la villa El Salvador, de Lima, y en la zona de Huanchaco, también en Perú. En las fotografías que documentan aquella estancia del proyecto se cruzan emocionantemente los rulos alborotados de Bourbonnais con la sonrisa de chicos que, en ocasiones, fueron entonces considerados útiles y productivos por un ajeno por primera vez en su vida.

Los talleres integrales llegaron finalmente a Argentina en 2006, en la localidad de Unquillo, en Córdoba, como un emprendimiento conjunto con cuatro asociaciones: el grupo comunitario Rosas y Espinas; la escuela Juan Bautista Alberdi, la Casa del Niño y el centro comunitario El Vagón. Allí, decenas descubrieron la producción musical. “Yo quería que aprendieran una canción, una sinfonía...

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