Algo huele mal en el otoño kirchnerista

"Que no importen las críticas -les dijo el viernes a sus militantes. La historia tiene otros tiempos." La inminencia del otoño la encontró bien abrigada , donde retomó su melancolía serial. Son señales más o menos inconscientes de que está procesando el duelo. En pocos meses más, Cristina Kirchner ya no manejará personalmente la caja ni podrá seguir escribiendo a su gusto el relato. Y estos consejos para sus incondicionales son, en realidad, el mantra que se repite a sí misma: cuando nos vayamos podrán contarles a los argentinos cualquier barbaridad sobre nosotros, pero el pueblo no nos olvidará. Sospecha que bajo una nueva e inexorable narración que propios o extraños establecerán después de asumir, ya sin los fondos a mano que disciplinen ni los carpetazos mediáticos que desacrediten a cualquier disidente, sin el miedo galvanizante que ha producido y con el que logra todavía acallar réplicas y reparos, ella se volverá más vulnerable. Principalmente, porque se pondrá de moda en la Argentina criticar el mal desempeño del cristinismo y su herencia dislocada. No hay blindaje posible frente a esa tormenta otoñal: es tristemente argentino el valiente de última hora y hacer leña del árbol caído. Sin embargo, no deberían subestimar a la gran dama. Así como logró no pagar su propia fiesta y diferir los malos tragos para que ahora los beban venenosamente sus sucesores (un enorme éxito táctico que realiza a costa de la economía nacional), tal vez consiga con su incansable invectiva presionar a los nuevos relatores de la política. Para eso y para ser la jefa de la oposición trabaja día y noche, canjeando fondos del Presupuesto Nacional por lugares en las listas del Frente para la Victoria, y tratando de pertrechar a sus delatores de periodistas en maquinarias mediáticas que la sigan defendiendo. Su imagen mejoró después de las amarguras financieras del año pasado y del , y se le debe reconocer a la Presidenta una gran habilidad para seguir adelante en la penumbra de su atardecer. Como un killer de novela negra, ella retrocede disparando.

Su discurso del viernes transitó, a su vez, por la idea paternalista y prejuiciosa de que la gente se deja engañar por el periodismo. Aludió específicamente a una experiencia de los encuestadores: cuando a un ciudadano le preguntan cómo marcha el país, éste responde de manera negativa; cuando lo interrogan sobre su situación personal, asegura que a él específicamente le va bien. Esta aparente contradicción le parece...

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