El hombre que sobrevivió a todas las batallas

Hay hombres que se enfrentan cara a cara con la muerte. Conversan con ella, la miran a los ojos, y deciden que no, no es tiempo todavía. Hay hombres como Daniel Feraud, ingeniero industrial y deportista compulsivo, que siguen adelante en la vida, contra viento y marea, aunque lleven en su cuerpo nueve stents y un bypass. Sólo que esa endemoniada obstinación por trasponer las fronteras de la cordura no la despliegan todos los días como el resto de los mortales. Cuando han pasado varias veces por un quirófano y el cirujano les ha dicho que deben abandonar la competencia deportiva, para entrenar de manera recreativa, un día deciden escalar los 3776 metros del volcán Lanín. No se andan con chiquitas.

Feraud trabajó muchos años en el JP Morgan, pero todos los días entrenaba para la alta competencia de esgrima. Una tarde de la primavera de 1985 estaba corriendo por el Central Park, en Nueva York, cuando sintió una molestia en el pecho. De regreso en Buenos Aires, lo sobresaltó una puntada cuando practicaba en el Club Francés, y entonces decidió hacer una consulta médica. Tenía una arteria coronaria tapada, le hicieron una angioplastia y le dijeron que parara. Hizo dieta, pero siguió entrenando. Todo iba sobre rieles, hasta que en marzo de 1998 la obstrucción de otra arteria obligó a operarlo. Ese año le colocaron tres stents, y otros dos más la temporada siguiente. Cuando estaban a punto de colocarle el quinto, el cirujano dijo que ya no podía hacerlo: le hicieron un bypass coronario.

Feraud es un tipo con suerte, un optimista. Dice que cuando su médico ha querido practicarle una cinecoronariografía (una intervención quirúrgica previa que recomienda el sentido común y determina si debe colocarse un stent) le dijo que no con la célebre frase que pronuncia Bartleby, el personaje de Melville: "Preferiría no hacerlo". Feraud es pura sensatez: si entran dentro de mí, especula, resuelvan lo que está mal de una sola vez. Tres semanas después de esa última intervención fue a una consulta con su médico en el barrio de Belgrano. Escuchó con cierta desazón que no podía hacer deportes, pero sí caminar. Quiso saber cuánto. "Lo que usted quiera", le respondieron. Saludó, alcanzó la puerta, respiró hondo, y durante las siguientes tres horas caminó hasta su casa en Martínez. Lo que él quiso.

En mayo de 2006 corría una carrera en bicicleta junto a su esposa, en Tandil. Un perro se cruzó a su paso, y Feraud saltó por los aires. No fue grave, recuerda: le pusieron...

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