Gritos y susurros en la calle, el palacio y 'el círculo rojo'

La inefable alcaldesa de ese vasto e idílico vergel peronista llamado injustamente La Matanza vino estos días a destruir el viejo axioma según el cual una persona no puede estar en dos lugares al mismo tiempo: se desvivió como una colegiala por sacarse una selfie con Mauricio Macri y luego anunció frente a Máximo Kirchner que la patria estaba en peligro. Algo parecido había hecho unos meses atrás, cuando para congraciarse con Sergio Massa declaró que la etapa de Cristina se había cerrado en diciembre y a las pocas horas pronunció un discurso a puertas cerradas donde les aseguraba a sus acólitos que recuperarían la Casa Rosada para la arquitecta egipcia. Un insidioso militante, que estaba en ese acto, le envió a un amigo de Massa el video con la prueba flagrante, y éste lo transmitió al celular del susodicho. Sergio lo recibió con mordaz filosofía, y de inmediato ordenó impulsar a fondo el proyecto para dividir en cuatro partes el paraíso viviente de Verónica Magario.

Pero no seamos injustos: la alcaldesa no está sola. En un clima en el que todos charlan con todos y tras una década donde casi nadie hablaba con nadie, quienes se sientan a la mesa a mantener amables y jugosas negociaciones suelen salir después a los medios con discursos agresivos. Es que necesitan, a un mismo tiempo, cerrar acuerdos en los despachos y sacar chapa de hipercríticos en las veredas. Como esta vez no hay castigo para los hipócritas, parece que en este país no hay dios que esté conforme con nada. La realidad, entre bambalinas, demuestra otra cosa.

A pesar de que la reactivación tarda y la mishiadura duele, los sindicalistas confiesan encontrar en el Gabinete una alta sensibilidad para los reclamos, el Movimiento Evita teje buenas relaciones con Carolina Stanley y negocia una obra social piquetera, las organizaciones sociales tienen escritorio en la segunda planta de Balcarce 50 para realizar un relevamiento conjunto en más de dos mil barrios carenciados, los combativos vicarios de Bergoglio dentro del mundo de la pobreza fustigan, pero admiten que este gobierno escucha más que el anterior, y los mandatarios peronistas los acompañan en ese curioso sentimiento: son tratados con mayor delicadeza que cuando reinaba la jefa del látigo. Diez meses más tarde, estas oposiciones duras llegaron por lo menos a dos conclusiones provisionales e indecibles: los nuevos ocupantes del poder no son monstruos sedientos y ya no es creíble que deban huir en helicóptero. El Gobierno...

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