La grieta interna y la maldición del gobernador

"Scioli es de los gobernantes que están donde están los problemas." Esa frase de interpretación dual y anfibia, que busca destacar la vocación de servicio, también puede ser leída como la fatalidad de alguien a quien sus propios problemas lo persiguen de cerca, o incluso que él mismo los desata. De hecho, la cita fue pronunciada por Alberto Pérez mientras Scioli se encontraba de viaje. No bien su jefe pisó territorio italiano, un violento temporal azotó Calabria, produjo inundaciones y evacuados, y levantó una conmoción política. Las nubes tormentosas persiguen al motonauta. Si se inunda Italia, ¿cómo no se van a inundar Areco y Luján?, habrían argumentado con cinismo sus socios. Pero el kirchnerismo estaba más ocupado en apartarse de Scioli como si portara la peste bubónica, y en abandonarlo a la intemperie mientras llovía. Viendo las imágenes del naufragio, más de alguno habrá pensado en la "maldición del gobernador"; ningún mandatario bonaerense consiguió luego alcanzar la Presidencia. El arrastre que el marketing de toda victoria electoral provoca pareció aguarse de pronto con la catástrofe y con el bochorno de esa frívola ausencia. El daño político fue considerable, aunque nadie sabe si será duradero. De todas maneras, quedaron al desnudo en esta semana maldita todos los pecados del oficialismo: su perversa política de fondos nacionales, la mediocridad gestionaria de la provincia y la grieta profunda que ahora esconde el Frente para la Victoria. Una vez más, ¿puede gobernar el país una coalición formada por enemigos intensos que se odian y que guardan puñales bajo la mesa?

La reencarnación rediviva de los caudillos federales vino a liquidar al federalismo: Cristina concentró recursos en Balcarce 50, puenteó a los gobernadores para tener en un puño a los intendentes, destrozó así la chance de una planificación coordinada y castigó a Buenos Aires para estrangular a Scioli. El amo de Villa La Ñata, con tal de recibir la herencia, bajó la cabeza y permitió el descontrol. Las hidráulicas no son obras visibles ni muy rentables en las urnas, y en doce años de crecimiento a tasas chinas no hubo dinero para ponerlas en marcha. El kirchnerismo y su fiel servidor fueron más afectos al gigantismo marketinero y a la publicidad oficial. Y apostaron más al consumo que a la infraestructura, porque para el populismo lo que cuenta no es el futuro, sino el puro presente. Hasta que el futuro, como el diablo, se presenta a cobrar su factura y entonces la...

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