Gaza. Necesidad de prohibir la venta de armas occidentales. Al 06.01.2009
Autor | Mirador Internacional |
Cada vez que se registra una escalada de violencia1 en el Cercano Oriente, algo que ocurre desde hace más de sesenta años, se plantea la misma pregunta: ¿Es que no hay solución para el conflicto palestino-israelí? De manera invariable, las respuestas tienen tres vertientes muy diferentes
Una: no hay solución posible, por lo que Israel y sus vecinos palestinos están condenados a vivir en guerra permanente hasta la consumación de los siglos. Dos: sí hay solución, en el momento que desaparezca Israel. Tres: sí hay solución, en el momento que desaparezcan los palestinos... Hay una cuarta respuesta, casi tan inverosímil como las tres anteriores y es la que propone la comunidad internacional desde que en 1948 decidió la partición de Palestina, con la ilusoria idea de que fuese aceptada por las dos partes en conflicto, es decir, la creación de dos Estados dentro de fronteras seguras.
Ya se sabe qué respuesta dieron los árabes a esta propuesta de la ONU, justo a los tres años del final de la II Guerra Mundial: la guerra contra el Israel recién constituido. De entonces acá ha llovido mucho, ha corrido mucha más sangre y hasta se han agotado las misiones mediadoras de la ONU, de los Estados Unidos, de la Unión Europea y hasta de los propios árabes. Pero sería incurrir en un excesivo escepticismo si no recordásemos que ha habido serios intentos de alcanzar la paz, una vez que los países árabes se dieron cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos por arrojar a los judíos al mar, tras la definitiva derrota que sufrieron en la “guerra de los seis días”, en junio de 1967.
A partir de entonces, fueron los palestinos los que tuvieron que arreglárselas para que Israel reconociera al menos su derecho a la existencia. El camino elegido para ello no fue otro que el terrorismo. Los movimientos de liberación de Palestina, empezando por Al Fatah con Yaser Arafat a la cabeza, sembraron el mundo de golpes de terror, desde Munich a Beirut y Túnez, pasando por los secuestros de aviones, sin otro respuesta que el fortalecimiento militar de Israel, gracias al apoyo de Estados Unidos, de Francia, Gran Bretaña y, en conjunto, de los países occidentales. Así hasta que cayó la Unión Soviética –gracias, entre otras cosas, a la guerrilla talibán en Afganistán- y Estados Unidos, con Bush padre como presidente, intentó junto al derrotado Gorbachov, edificar un “nuevo orden internacional”.
Las cosas se complicaron, sin embargo, con la primera guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por el empobrecido Iraq de Saddam Husein como secuela de su guerra de ochos años contra Irán, poco después de que Madrid fuese escenario de aquella esperanzadora conferencia internacional dedicada a resolver el conflicto del Cercano Oriente. No obstante, dos años de secretas negociaciones en Oslo dieron como fruto aquellos casi olvidados Acuerdos de Washington, de septiembre de 1993, por los que se intentó actualizar la famosa resolución 242 de las Naciones Unidas que pedían la evacuación por Israel de los territorios ocupados en la guerra de junio de 1967.
Gracias a esos acuerdos, sancionados con toda pompa por un exultante Bill Clinton en la Casa Blanca y que valieron el Nóbel de la Paz tanto a Simon Peres como a Yaser Arafat -¡qué tiempos, tan cercanos y tan olviados...!- los principales núcleos palestinos de resistencia desaparecieron: Al Fatah enterró el hacha de guerra y reconoció a Israel el derecho a la existencia en espera de que Israel hiciera lo mismo con Palestina.
Recordar esto no es más que un intento de recomponer la esperanza en una posible solución del conflicto. Pero ya se sabe en qué han ido quedando las negociaciones sucesivas, incluidas las de Camp David y las de Taba después de que fuese asesinado Isaac Rabin por un fanático ultra judío: Israel se dedicó a construir más y más asentamientos de colonos en los territorios que supuestamente debía entregar a los palestinos y hasta ha construido un muro de separación para alejar a los palestinos de esas tierras... a cambio de evacuar las colonias de la franja de Gaza en un intento de ganar tiempo al tiempo y acabar con las sucesivas “intifadas”. Y esto sin olvidar, por supuesto, la aparición fulminante de Al Qaída con la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001...
La consecuencia no ha podido ser más negativa: los palestinos se han dividido y casi enfrentado en una guerra civil con la aparición en la escena política del movimiento Hamás, calificado de terrorista por Israel y que se ha apoderado por la fuerza del gobierno de la franja, dejando en ridículo la autoridad del sucesor de Arafat, el paciente negociador Mahmud Abbás que, de momento, no ha conseguido más que vacuas promesas de parte de Israel. De nada han valido las misiones de paz del famoso Cuarteto, de los Estados Unidos, de la UE y hasta del pobre Moratinos... Hamás, que goza del apoyo de un Irán amenazador, dispuesto a seguir adelante con su programa nuclear que apunta directamente a Israel, no ha dejado de hostigar los vecinos poblados judíos, matando a civiles inocentes...
Ahora tenemos la respuesta desmesurada de un Israel en permanente crisis política, con esos ataques masivos que han dejado en un día cerca de trescientos muertos y centenares de heridos entre las milicias y la población civil de Gaza. Sin duda alguna, Ismail Haniyeh, el fanático ideólogo de Hamás, era consciente de que Israel no se iba a quedar con los brazos cruzados ante el lanzamiento, a partir de Gaza, de los misiles caseros “Kassam”. Pero eso, en el momento en que Mahmud Abbás ha anunciado elecciones legislativas y presidenciales anticipadas en todo el territorio palestino –es un decir- ante su pérdida de credibilidad, es justo lo que esperaba el aliado de Irán y de todos los movimientos terroristas que se inspiran en la ideología de los Hermanos Musulmanes, en buena medida emparentados con Al Qaída aunque no sean chíies.
Surge entonces la necesaria pregunta: ¿Y ahora qué? Pues ya se está viendo: la comunidad internacional se tira de los pelos en plena crisis económica y financiera en espera del advenimiento de un Barack Obama... del que nadie cree que tenga varita mágica alguna para apaciguar la situación. ¿Qué situación? Muy simple: el mundo árabe ha vuelto a hervir de furor otra vez, sus dirigentes tratan de apaciguar a sus gentes cada vez más inclinadas a ofrecer carne de martirio a los terroristas, la comunidad internacional apela al apaciguamiento... mientras Israel se prepara para completar su operación castigo que ha llamado, simbólicamente, “Plomo endurecido”.
La posición de Haniyeh es la que cuenta para millones de árabes: “Aquí estamos dispuestos a que nos aniquilen a todos, al millón y medio de palestinos que vivimos en la franja de Gaza: ya pueden venir los tanques israelíes, que nunca dejaremos de reclamar nuestro Estado palestino”. ¿Qué Estado? En un primer paso, todos los territorios ocupados por Israel en 1967, incluida la parte oriental de Jerusalén; después, ya veremos. O sea, la cuadratura del círculo... y la posibilidad de que Hamás gane de nuevo las elecciones, lo que supondrá la desaparición de la escena política del actual presidente de la ANP, Mahmud Abbás, es decir, de la única esperanza, hoy, de continuar la interminable serie de negociaciones con Israel... La historia sigue.
Hay una cuarta solución de la que nadie habla: la complicidad jurídico-política de vender armas occidentales (“y cristianas” diría un fundamentalista, al estilo de Tortolo, el tristemente célebre obispo de Paraná, Argentina, durante la dictadura miitar) a las partes en conflicto. Si en la época romántica “cherchez la femme” era descubrir la razón de todo conflicto, en este eón “líquido” (al decir de Zygmunt Bauman), "find the money" puede ser un camino para encontrar, en lenguaja surero, "la madre de borrego".
Si los Estados que ahora se desgarran las vestiduras por el conflicto de Gaza emprendieran una acción decidida y concreta para impedir la venta de armas a los beligerantes, seguramente no habría paz pero los daños colaterales habrían disminuido porque “a trompadas y ponchazos limpios” (como diría nuestro entrañable e incomprendido Borges) únicamente saldrían heridos quienes pelearan físicamente entre ellos.
Logrado ello, hay que negociar la paz y la concreción del Estado Palestino, única forma jurídico-política de lograr una paz tal vez duradera y tal vez levemente armada (con hondas, palos y ponchos) pero nunca con tanques y misiles “occidentales y cristianos”.
Algo de ello ha realizado Portugal que impedirá que su espacio aéreo se utilice para transportar armas a Isarael.
Los ojos de los niños.2
Mientras en una parte del mundo se celebraban las fiestas, en otros lugares se mataban seres humanos. Así se despidió el año 2008, así llegó el 2009. Civilización, o no, y barbarie. Pan dulce y bombas. El cinismo no conoce fronteras. Se mata y ya está. Por seguridad. Por los derechos de unos sobre otros. Recibimos el Año Nuevo con cuatrocientos muertos debajo del colchón, cien de ellos niños. Y cerca de dos...
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